Sacado del Periódico Nueva España
Los dineros de Roma
ERNESTO BURGOS Las monedas suelen estar siempre entre los hallazgos materiales que más agradecen los arqueólogos porque aportan mucha información sobre la antigüedad real de los yacimientos y además al público le gusta verlas en los museos más que los otros objetos que se sacan de la tierra y que a los ojos de los profanos no son más que trozos de cacharros rotos, fragmentos de hierros sin forma definida o piedras con alguna abreviatura en latín, que al visitante no le dice nada. Los emperadores romanos las utilizaron como la mejor vía de propaganda porque pasan de mano en mano y todo el mundo las cuida, de modo que plasmaron en ellas sus retratos y los de sus mujeres y sus hijos con un realismo que para sí quisieran los euros y en sus reversos grabaron las imágenes de los dioses y celebraron las victorias militares, los acontecimientos familiares y hasta las buenas cosechas y el final de las epidemias.
Algunos de estos mandatarios ordenaron fundir a lo largo de sus vidas cientos de ejemplares diferentes y por eso han llegado tantos hasta nuestros días. En nuestras Cuencas la relación de las que se han hallado también es extensa, pero desgraciadamente casi todas se han perdido y sólo podemos saber que existieron por el recuerdo de los vecinos o las anotaciones de los eruditos que las tuvieron en sus manos. De esta forma conocemos que sobre el mierense barrio de La Villa, en el llamado Castiello de Bustiello, se encontró hace casi un siglo una pieza de plata. Se la dieron al empresario José Sampil y éste a su vez a Miguel Buylla que a principios del siglo XX era uno de los pocos estudiosos de la historia local.
Hoy está en paradero desconocido pero conservamos un dibujo en el que se ve que presentaba una perforación en su centro y el rostro de un emperador al que siempre se ha identificado como Tiberio lo que nos llevaría a la segunda década de la era cristiana. También fue Miguel Buylla quien comunicó en la primavera de 1937 el hallazgo de otra moneda de bronce al hacer unas obras frente al Ayuntamiento de Mieres, un lugar muy próximo también a Bustiello y por el que pasaba la vía romana hacia el centro de la región. En este caso apuntó sus características: 31milímetros y un peso de 12 gramos. La tuvo en propiedad la familia Cuesta y aunque sabemos que presentaba en el reverso la figura de un toro con la palabra CLUNIA, el dato no nos sirve para determinar quien fue el emperador que la mandó acuñar porque hubo varios que siguieron este modelo.
Saliendo de Mieres, en las proximidades de Santibáñez de Murias (Aller), se descubrió en el siglo XIX un lote de más de un centenar de monedas de cobre y plata de los tiempos de Augusto y Tiberio y en el castro del Picu Castichu, de Cabezón (Lena) por la misma época apareció otro un tesorillo junto a "cuchillos y una piedra de moler". Los Castiechos, de Pola del Pino y el mismísimo cementerio de Soto, son otros dos lugares alleranos, también marcados por los hallazgos casuales, pero de los que no podemos dar más datos.
Más suerte tenemos con el depósito monetario que se encontró en Langreo en 1865 y que recogía piezas de distintas épocas y de pequeño módulo, porque alguien anotó en su momento que las más antiguas llevaban la efigie de Constantino, por lo que nos encontraríamos ante una colección posterior al año 306. Y lo mismo en el Castiechu, en Lena, donde actualmente se levanta la iglesia de Santa María, donde también aparecieron monedas datadas entre el 253 y el 337 con efigies de Galieno, Claudio el Gótico y otros emperadores de la decadencia, que seguramente se ocultaron intencionadamente y demuestran que el lugar estuvo habitado mucho antes del siglo XI, cuando aparece citado en documentos escritos.
En esta lista también encontramos algún fiasco, como la supuesta medalla de Agripa que en la década de 1980 se dio por aparecida en una aldea turonesa y que resultó ser falsa, pero en fin, dejando de lado estas anécdotas, tenemos que llegar inevitablemente hasta el yacimiento del Curriechos, en La Carisa, donde los escasos ejemplares que se han catalogado en estos años de excavaciones, sí han sido estudiados adecuadamente. Veámoslos de cerca:
La verdad es que el panorama de la colección es muy pobre para lo que se espera de un campamento romano, aunque hay que aclarar que en estas excavaciones, a no ser que haya un golpe de suerte y se dé con un depósito destinado a pagar a la tropa o escondido intencionadamente, lo que se puede encontrar no es otra cosa que lo que fueron extraviando casualmente los legionarios acampados, pero así y todo, en este caso solo hablamos de cuatro piezas.
Una es un denario de Julio Cesar acuñado entre el 49-48 antes de Cristo que representa en su anverso un elefante y en su reverso varios objetos de los que usaban los sacerdotes en las ceremonias religiosas. Fue acuñada en una ceca móvil para pagar a las legiones que le acompañaron en Las Galias y lo del paquidermo tiene la curiosidad de que es un símbolo del propio Cesar que, republicano como era, no se atrevía a poner todavía su efigie en las monedas y colocaba la figura de este animal cuyo nombre sonaba en alguna lengua bárbara muy parecido al del jefe romano. Es un ejemplar muy corriente, cuyo precio no pasa en las numismáticas especializadas de los 100 euros, como los otros hallados en La Carisa, pero su valor real, como se pueden suponer, lo da el lugar en que se encontraron y la información que de ellas puede obtenerse a la hora de saber por que caminos habían andado antes las legiones que nos visitaron en aquella campaña.
Otros dos son bronces de la época de Augusto, el primero acuñado en Celsa, en el valle del Ebro, y presenta en su anverso el busto del emperador y en el reverso un toro; el segundo se mandó fundir en una ciudad de lo que hoy es Francia y en ella vemos en el anverso las cabezas de Augusto y Agripa mirando respectivamente a izquierda y derecha y en el reverso la proa de un barco bajo un medallón. Por las inscripciones correspondientes que rodean estos motivos se han datado el uno antes del año 27 antes de Cristo y el otro pocos años más tarde.
La tercera es una de las emisiones imperiales de Publio Carisio, el legado que da nombre a nuestro paraje y se acuñó 23 años antes de nuestra era en la ceca de Emérita Augusta -ya saben, Mérida-, que acababa de fundarse con legionarios veteranos y, como un Benidorm clásico, contaba con todos los atractivos para pasar una buena jubilación.
Pero la que más me gusta es un As, también de bronce, que luce en su anverso la figura de Jano, el dios guerrero de las dos caras, y en el reverso la proa de un barco, uno de los símbolos de la República romana. La mando fundir Cneo Pompeyo tras la batalla de Munda, que se desarrolló en un lugar aún no determinado, pero que seguramente estaba emplazado entre Córdoba y Sevilla, en marzo del año 45 antes de Cristo.
Pompeyo y su hermano que se habían levantado contra Julio Cesar fueron derrotados por éste que estuvo personalmente en aquel campo de batalla y a pesar de todo tuvieron tiempo para cumplir su obligación con sus partidarios y pagarles con estas monedas acuñadas al efecto. Finalmente Cneo Pompeyo acabó siendo ajusticiado por los hombres de Cesar y nuestra moneda pasó a manos de uno de los vencedores
Sabemos que Cesar llevó con él hasta Munda ocho legiones de confianza y que entre estas estaban las denominadas V Alaudae y X Gémina, que luego participaron también en las Guerras cántabras bajo las órdenes de Publio Carisio. A partir de aquí, la deducción que hacen los arqueólogos es que pudo haberla traído hasta nuestras montañas un legionario que participó en ambos combates. Sin ser muy puntilloso ni poner en duda esta posibilidad, no deja de llamar la atención el sentido del ahorro de este militar, capaz de llevar consigo la misma moneda en las dos décadas largas que transcurrieron hasta que supuestamente se estableció el campamento del Curriechos, aunque es un detalle que se pasa de largo, como también la larga vida militar de este hombre que cuando entró en Asturias ya debía ser casi un anciano, como el resto de los que acompañaron a Julio Cesar en Munda.
Finalmente, la pieza localizada por el equipo habitual que se ha encargado en exclusiva del yacimiento todos estos años, figura actualmente tras un exhaustivo tratamiento de limpieza efectuado por un restaurador especializado entre los materiales más considerados que ha dado La Carisa. Ya ven que historias.