miércoles, marzo 29

IMPERIO. Lunes y Martes en Antena 3.









Dura seis horas, costó más de 50 millones de dólares, fue filmada en Roma y el sur de Italia, y su tema es la relación entre Octavius, el sobrino de Julio César y el gladiador Tyrannus, quien ha jurado protegerlo.


La acción comienza en el 44 A.C., cuando Julio César (Colm Feore) regresa de su triunfo en España a una República negligente y corrupta. Brutus (James Frain) y Cassius (Michael Maloney) intentan conseguir la ayuda de Marco Antonio (Vincent Regan) para derrocarlo. Mientras tanto, Tyrannus (Jonathan Cake) pasa por una serie de graves peligros hasta llegar junto a César, que le prometió la libertad a cambio de sus servicios. Cuando llega, Julio César ya cayó asesinado, pero antes de morir le pide a Tyrannus que proteja a su sucesor, el joven Octavius (Santiago Cabrera). Ellos deberán exiliarse para evitar su muerte. En su travesía los acompaña Agrippa (Chris Egan), un joven guerrero, y Camane (Emily Blunt), una joven perteneciente a una orden religiosa. Juntos intentarán ayudar a Octavius en su lucha por volver a Roma y consagrarse Emperador.

opinión de alguien que ya la ha visto

CREO QUE RIGOR HISTÓRICO EN CUANTO A VESTUARIO, NO VA HA HABER MUCHO, ESPEREMOS QUE LA HISTORIA SE MANTENGA.

lunes, marzo 27

NOS VAMOS A CALAHORRA



Esto es el programa de fiestas que tienen:



Allí nos vemos...

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INDICE

LIBRO SEPTIMO. CAP 1

LIBRO SÉPTIMO
I. Sosegada ya la Galia, César, conforme a su resolución, parte
para Italia a presidir las juntas. Aquí tiene noticia de la muerte de
Publio Clodio. Sabiendo asimismo que por decreto del Senado todos
los mozos de Italia eran obligados a alistarse, dispone hacer levas en
toda la provincia. Espárcense luego estas nuevas por la Galia
Transalpina, abultándolas, y poniendo de su casa los galos lo que
parecía consiguiente: «que detenido César por las turbulencias de
Roma, no podía durante las diferencias venir al ejército». Con esta
ocasión, los que ya de antemano estaban desabridos por el imperio
del Pueblo Romano, empiezan con mayor libertad y descaro a tratar
de guerra. Citándose los grandes a consejo en los montes y lugares
retirados, quéjanse de la muerte de Acón; y reflexionando que otro
tanto puede sucederles a ellos mismos, laméntanse de la común
desventura de la Galia. No hay premios ni galardones que no
prometan al que primero levante bandera y arriesgue su vida por la
libertad de la patria. Ante todas cosas, dicen: «Mientras la
conspiración está secreta, se ha de procurar cerrar a César el paso al
ejército; esto es fácil, porque ni las legiones en ausencia del general
han de atreverse a salir de los cuarteles, ni el general puede juntarse
con las legiones sin escolta. En conclusión, más vale morir en
campaña, que dejar de recobrar nuestra antigua militar gloria, y la
libertad heredada de los mayores. »
II. Ponderadas estas cosas, salen a la empresa los chartreses
prometiendo exponerse a cualquier peligro por el bien común, y dar
principio a la guerra; y por cuanto era posible en el día recibir y darse
rehenes, por no propalar el secreto, piden pleito homenaje sobre las
banderas (ceremonia para ellos la más sacrosanta) que no serán
desamparados de los demás, una vez comenzada la guerra. Con
efecto, entre los aplausos de los chartreses, prestando juramento
todos los circunstantes y señalado el día del rompimiento, se despide
la junta.
III. Llegado el plazo, los de Chartres, acaudillados de Cotuato y
Conetoduno, dos hombres desaforados, hecha la señal, van corriendo
a. Genabo, y matan a los ciudadanos romanos que allí residían por
causa del comercio, y entre ellos el noble caballero Cayo Fusio Cota,
que por mandato de César cuidaba de las provisiones, y roban sus
haciendas. Al instante corre la voz por todos los Estados de la Galia,
porque siempre que sucede alguna cosa ruidosa y muy notable la
pregonan por los campos y caminos. Los primeros que oyen pasan a
otros la noticia, y éstos de mano en mano la van comunicando a los
inmediatos, como entonces acaeció; que lo ejecutado en Genabo al
rayar el Sol, antes de tres horas de noche se supo en la frontera de
los alvernos a distancia de ciento setenta millas.
IV. De la misma suerte aquí Vercingetórige (joven muy
poderoso, cuyo padre fue Celtilo el mayor príncipe de toda la Galia, y
al fin muerto por sus nacionales por querer hacerse rey), convocando
sus apasionados, los amotinó fácilmente. Mas sabido su intento,
ármanse contra él, y es echado de Gergovia126 por Gobanición su tío
y los demás señores que desaprobaban este atentado. No se
acobarda por eso, antes corre los campos enganchando a los
desvalidos y facinerosos. Junta esta gavilla, induce a su partido a
cuantos encuentra de los ciudadanos. Exhórtalos a tomar las armas
en defensa de la libertad; con que abanderizada mucha gente, echa
de la ciudad a sus contrarios, que poco antes le habían a él echado de
ella. Proclámase rey de los suyos; despacha embajadas a todas
partes conjurando a todos a ser leales. En breve hace su bando a los
de Sens, de París, el Poitú, Cuera, Turena, a los aulercos limosines, a
los de Anjou y demás habitantes de las costas del Océano. Todos a
una voz le nombran generalísimo. Valiéndose de esta potestad
absoluta, exige rehenes de todas estas naciones, y manda que le
acudan luego con cierto número de soldados. A cada una de las
provincias determina la cantidad de armas y el tiempo preciso de
fabricarlas. Sobre todo cuida de proveerse de caballos. Junta en su
gobierno un sumo celo con una severidad suma. A fuerza de castigos
se hace obedecer de los que andaban perplejos. Por delitos graves
son condenados al fuego y a todo género de tormentos; por faltas
ligeras, cortadas las orejas o sacado un ojo, los remite a sus casas
para poner escarmiento y temor a los demás con el rigor del castigo.
V. Con el miedo de semejantes suplicios, formado en breve un
grueso ejército, destaca con parte de él a Lucterio de Cuerci, hombre
sumamente arrojado, al país de Ruerga, y él marcha al de Berri. Los
bierrienses, sabiendo su venida, envían a pedir socorro a los eduos,
sus protectores, para poder más fácilmente resistir al enemigo. Los
eduos, de acuerdo con los legados, a quienes César tenía
encomendado el ejército, les envían de socorro algunos regimientos
de a pie y de a caballo; los cuales ya que llegaron al río Loire, que
divide a los berrienses de los eduos, detenidos a la orilla algunos días
sin atreverse a pasarlo, dan a casa la vuelta, y por excusa a nuestros
legados el temor que tuvieron de la traición de los berrienses, que
supieron estar conjurados con los alvernos para cogerlos en medio
caso que pasasen el río. Si lo hicieron por el motivo que alegaron a
los legados, y no por su propia deslealtad, no me parece asegurarlo,
porque de cierto no me consta. Los berrienses, al punto que se
retiraron los eduos, se unieron con los alvernos.
VI. César, informado en Italia de estas novedades, viendo que
las cosas de Roma por la buena maña de Cneo Pompeyo habían
tomado mejor semblante, se puso en camino para la Galia
Transalpina. Llegado allá, se vio muy embarazado para disponer el
modo de hacer su viaje al ejército. Porque si mandaba venir las
legiones a la Provenza, consideraba que se tendrían que abrir el
camino espada en mano en su ausencia; si él iba solo al ejército, veía
no ser cordura el fiar su vida a los que de presente parecían estar en
paz.
VII. Entre tanto Lucterio el de Cuerci, enviado a los rodenses,
los trae al partido de los alvernos. De aquí, pasando a los nitióbriges
y gábalos,127 de ambas naciones saca rehenes; y reforzadas sus
tropas, se dispone a romper por la Provenza del lado de Narbona, de
cuyo designio avisado César, juzgó ser lo más acertado de todo el ir
derecho a Narbona. Entrado en ella, los serena; pone guarniciones en
los rodenses pertenecientes a la Provenza128 en los volcas
arecómicos,129 en los tolosanos, y en los contornos de Narbona,
vecinos al enemigo. Parte de las milicias provinciales y las reclutas
venidas de Italia manda pasar a los helvios, confinantes con los
alvernos.
VIII. Dadas estas disposiciones, reprimido ya y vuelto atrás
Lucterio por considerar arriesgada la irrupción de los presidios, César
dirige su marcha a los helvios. Y no obstante que la montaña Cebena,
que separa los alvernos de los helvios, cubierta de altísima nieve por
ser entonces lo más riguroso del invierno, le atajaba el paso, sin
embargo, abriéndose camino por seis pies de nieve con grandísima
fatiga de los soldados, penetra en los confines de los alvernos.
Cogidos éstos de sorpresa, porque se creían defendidos del monte
como de un muro impenetrable, y en estancia tal que ni aun para un
hombre solo jamás hubiera senda descubierta, da orden a la
caballería de correr aquellos campos a rienda suelta, llenando de
terror a los enemigos. Vuela la fama de esta novedad por repetidos
correos hasta Vercingetórige, y todos los alvernios lo rodean
espantados y suplican: «mire por sus cosas; que no permita sean
destrozados de los enemigos viendo convertida contra sí toda la
guerra». Rendido en fin a sus amonestaciones, levanta el campo de
Berri encaminándose a los alvernios.
IX. Pero César, a dos días de estancia en estos lugares, como
quien tenía previsto lo que había de hacer Vercingetórige con motivo
de reclutar nuevas tropas y caballos, se ausenta del ejército, y
entrega el mando al joven Bruto, con encargo de emplear la
caballería en correrías por todo el país; que él haría lo posible para
volver dentro de tres días. Ordenadas así las cosas, corriendo a todo
correr, entra en Viena cuando menos le aguardaban los suyos.
Encontrándose aquí con la nueva caballería dirigida mucho antes a
esta ciudad, sin parar día y noche por los confines de los eduos,
marcha a los de langres donde invernaban las legiones, para prevenir
con la presteza cualquiera trama, si también los eduos por amor de
su libertad intentasen urdirla. Llegado allá, despacha sus órdenes a
las demás legiones, y las junta todas en un sitio antes que los
alvernos pudiesen tener noticia de su llegada. Luego que la entendió
Vercingetórige, vuelve de contramarcha con su ejército a Berri; de
donde pasó a sitiar a Gergovia, población de los hoyos, que se la
concedió César con dependencia de los eduos, cuando los venció en
la guerra helvética.
X. Este sitio daba mucho que pensar a César, porque si
mantenía en cuarteles las legiones el tiempo que faltaba del invierno,
temía no se rebelase la Galia toda por la rendición de los tributarios
de los eduos, visto que los amigos no hallaban en él ningún amparo;
si las sacaba de los cuarteles antes de sazón, exponíase a carecer de
víveres por lo penoso de su conducción. En todo caso le pareció
menos mal sufrir antes todas las incomodidades, que con permitir tan
grande afrenta enajenar las voluntades de todos sus aliados. En
conformidad de esto, exhortando a los eduos a cuidar del acarreo de
vituallas, anticipa a los boyos aviso de su venida alentándolos a
mantenerse fieles y resistir vigorosamente al asalto de los enemigos.
Dejadas, pues, en Agendico130 dos legiones en los equipajes de
todo el ejército, toma el camino de los boyos.

126
No se sabe con certeza si este famoso pueblo corresponde hoy a Clermont, Saint-Flour u otro. Parece
hubo dos del mismo nombre, uno en los Boyos, otro en los Avernos.
127
Los de Agen y Gevandan.
128
César: Ruthenis provincialibus. De los rutenos, unos estaban en la provincia romana, otros en la
Aquitania.
129
Queda dicho que éstos eran distintos de los volcas tectosages.
130
Sens.

viernes, marzo 24

300 la pelicula... actores...

A RIESGO DE QUE ALGUIEN CREA QUE SOY UN "GALLETERO" CON TANTA FOTO DE CHICOS, VOY A DAR CARA A LOS PROTAGONISTAS DE 300

Estos son los actores protagonistas... algunos no sabemos cuál será su papel, pero LEONIDAS estará interpretado por:

Gerard Butler



y después tenemos a:
david wenham


vincent regan


rodrigo santoro


Dominic West


Lena Headey será la mujer de leónidas...

martes, marzo 21

300 la película...




Ya es oficial, y puede que mucha gente lo sepa, pero se está realizando la película basada en el comic de Frank Miller (sí, el creador de Sin City)...

El objetivo es hacer algo igual a lo que hicieron con la peli de Sin City, clavar el comic...

A partir de este momento, recomiendo que nadie lea el comic 300 que aparece integro en este blog para no destrozar la peli... por que aunque todos sabemos el final, el modo de contarlo merece la pena...

Un saludo y os pongo el enlace a un Blog de la peli...

http://300themovie.warnerbros.com/











los actores


más imagenes de la peli

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indice

LIBRO SEXTO capítulo 5

XLI. Los germanos, perdida la esperanza de apoderarse de los
reales, viendo que los nuestros pusieron pie dentro de las trincheras,
se retiraron tras el Rin con la presa guardada en el bosque. Pero el
terror de los nuestros, aun después de la retirada de los enemigos,
duró tanto, que llegando aquella noche Cayo Voluseno con la
caballería enviado a darles noticia de la venida próxima de César con
el ejército entero, nadie lo creía. Tan atolondrados estaban del miedo,
que sin escuchar razones, se cerraban en decir que, destrozada toda
la infantería, la caballería sola había podido salvarse, pues nunca los
germanos hubieran intentado el asalto estando el ejército en pie. La
presencia sola de César pudo, en fin, serenarlos.
XLII. Vuelto éste, haciéndose cargo de los incidentes de la
guerra, una cosa reprendió no más: que se hubiesen destacado las
cohortes que debían estar en guardia en el campo; que por ningún
caso convino aventurarse. Por lo demás hizo esta reflexión: que si la
fortuna tuvo mucha parte en el inopinado ataque de los enemigos,
mucho más propicia se mostró en que hubiesen rechazado a los
bárbaros, estando ya casi dentro del campo. Sobre todo, era de
admirar que los germanos, salidos de sus tierras con el fin de saquear
las de Ambiórige, dando casualmente en los reales de los romanos, le
viniesen a hacer el mayor beneficio que pudiera desear.
XLIII. Marchando César a molestar de nuevo a los enemigos,
despachó por todas partes gran número de tropas recogidas de las
ciudades comarcanas. Quemaban cuantos cortijos y caserías
encontraban, entrando a saco todos los lugares. Las mieses no sólo
fueron destruidas de tanta muchedumbre de hombres y bestias, sino
también por causa de la estación y de las lluvias que echaron a
perder lo que pudo quedar; de suerte que aun lo que por entonces se
guareciesen, retrocediendo el ejército, se vieran necesitados a
perecer de pura miseria. Y como tanta gente de a caballo dividida en
piquetes discurría por todas partes, tal vez llegó la cosa a términos
que los prisioneros afirmaban no sólo haber visto cómo iba huyendo
Ambiórige, sino estarle todavía viendo; con que la esperanza de
alcanzarle, a costa de infinito trabajo, muchos que pensaban ganarse
con eso suma estimación de César, hacían más que hombres por salir
de su intento. Y siempre a punto de prenderle, por un si es no es
erraban el golpe más venturoso, escapándoseles de entre las manos
en los escondrijos, matorrales y sotos, favorecido de la oscuridad de
la noche, huyendo a diversas regiones y parajes sin más guardia que
las de cuatro caballos, a quien únicamente osaba fiar su vida.
XLIV. Asoladas en la dicha forma las campiñas, César recoge su
ejército menoscabado de dos cohortes a la ciudad de Reims, donde
llamando a Cortes de la Galia, deliberó tratar en ellas la causa de la
conjuración de los senones y chartreses; y pronunciada sentencia de
muerte contra el príncipe Acón,124 que había sido su cabeza, la
ejecutó según costumbre de los romanos. Algunos por temor a la
justicia se ausentaron; y habiéndolos desnaturalizado,125 alojó dos
legiones para aquel invierno en tierra de Tréveris, dos en Langres, las
otras seis en Sens, y dejándolas todas provistas de bastimentos,
partió para Italia a tener las acostumbradas juntas.

124
Véase c. 4.
125
César: quum aqua et igni interdixisset. Quiere decir que los extrañó o expatrió.

jueves, marzo 16

Juego Flash de Batalla

Este es un juego en flash, en el que somos unos britanos que tenemos que defendernos del ataque de los romanos.



Está en Inglés, si no funciona puedes bajarte el Plugin aqui

martes, marzo 14

CALAHORRA: SÍ O NO

Pues que al parecer, después de todo, como el resto de grupos romanos (salvo uno)no va a ir a calahorra, este año nos quedamos sin ir, por que para ir 22 mejor no ir nadie...

Vamos a ver si se anima algun grupo más. Que tenemos 55 plazas.

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indice

Libro sexto capítulo 4

XXXI. Dúdase si Ambiórige dejó de juntar sus tropas de
propósito, por haber creído que no serían necesarias, o si por falta de
tiempo y nuestra repentina llegada no pudo hacerlo, persuadido de
que venía detrás el resto del ejército. Lo cierto es que despachó luego
secretamente correos por todo el país, avisando que se salvasen
como pudiesen. Con eso unos se refugiaron en la selva Ardena, otros
entre las lagunas inmediatas, los vecinos al Océano en los islotes que
suelen formar los esteros. Muchos, abandonada su patria, se pusieron
con todas sus cosas en manos de las gentes más extrañas.
Cativulco,119 rey de la mitad del país de los eburones, cómplice de
Ambiórige, agobiado de la vejez, no pudiendo aguantar las fatigas de
la guerra ni de la fuga, abominando de Ambiórige, autor de la
conjura, se atosigó con zumo de tejo, de que hay grande abundancia
en la Galia y en la Germania.
XXXII. Los senos y condrusos,120 descendientes de los
germanos, situados entre los eburones y trevirenses, enviaron
legados a César, suplicándole «que no los contase entre los
enemigos, ni creyese ser igualmente reos todos los germanos,
habitantes de esta parte del Rin; que ni se habían mezclado en esta
guerra, ni favorecido el partido de Ambiórige». César, averiguada la
verdad examinando a los prisioneros, les ordenó que si se acogiesen
a ellos algunos eburones fugitivos se los entregasen. Con esta
condición les dio palabra de no molestarlos. Luego, distribuyendo el
ejército en tres trozos, hizo conducir los equipajes de todas las
legiones a un castillo que tiene por nombre Atuatica, situado casi en
medio de los eburones, donde Titurio y Arunculeyo estuvieron de
invernada. Prefirió César este sitio, así por las demás conveniencias,
como por estar aún en pie las fortificaciones del año antecedente, con
que ahorraba el trabajo a los soldados. Para escolta del bagaje dejó
la legión decimocuarta, una de las tres alistadas últimamente y
traídas de Italia, y por comandante a Quinto Tulio Cicerón con
doscientos caballos a sus órdenes.
XXXIII. En la repartición del ejército da orden a Tito Labieno de
marchar con tres legiones hacia las costas del Océano confinantes
con los menapios. Envía con otras tantas a Cayo Trebonio a talar la
región adyacente de los aduáticos;121 él, con las tres restantes,
determina ir en busca de Ambiórige, que, según le decían, se había
retirado hacia el Sambre122 con algunos caballos, donde se junta este
río con el Mosa al remate de la selva Ardena. Al partir promete volver
dentro de siete días, en que se cumplía el plazo de la paga del trigo
que sabía deberse a la legión que quedaba en el presidio. Encarga a
Labieno y Trebonio que, si buenamente pueden, vuelvan para el
mismo día con ánimo de comenzar otra vez con nuevos bríos la
guerra, conferenciando entre sí primero, y averiguando las
intenciones del enemigo.
XXXIV. Éste, como arriba declaramos, ni andaba unido en
tropas, ni estaba fortificado en plaza ni lugar de defensa, sino que por
todas partes tenía derramadas las gentes. Cada cual se guarecía
donde hallaba esperanza de asilo a la vida, o en la hondonada de un
valle, o en la espesura de un monte, o entre lagunas impracticables.
Estos parajes eran conocidos sólo de los naturales, y era menester
gran cautela, no para resguardar el grueso del ejército (que ningún
peligro podía temerse de hombres despavoridos y dispersos), sino
por respeto a la seguridad de cada soldado, de que pendía en parte la
conservación de todo el ejército; siendo así que por la codicia del
pillaje muchos se alejaban demasiado, y la variedad de los senderos
desconocidos les impedía el marchar juntos. Si quería de una vez
extirpar esta canalla de hombres forajidos, era preciso destacar
varias partidas de tropa desmembrando el ejército; si mantener las
cohortes formadas según la disciplina militar de los romanos, la
situación misma sería la mejor defensa para los bárbaros, no
faltándoles osadía para armar emboscadas y cargar a los nuestros en
viéndolos separados. Como quiera, en tales apuros se tomaban todas
las providencias posibles, mirando siempre más a precaver el daño
propio que a insistir mucho en el ajeno, aunque todos ardían en
deseos de venganza. César despacha correos a las ciudades
comarcanas convidándolas con el cebo del botín al saqueo de los
eburones, queriendo más exponer la vida de los galos en aquellos
jarales que la de sus soldados, y tirando también a que ojeándolos el
gran gentío, no quedase rastro ni memoria de tal casta en pena de su
alevosía. Mucha fue la gente que luego acudió de todas partes a este
ojeo.
XXXV. Tal era el estado de las cosas en los eburones en
vísperas del día séptimo, plazo de la vuelta prometida de César a la
legión que guardaba el bagaje. En esta ocasión se pudo echar de ver
cuánta fuerza tiene la fortuna en los varios accidentes de la guerra.
Deshechos y atemorizados los enemigos, no quedaba ni una partida
que ocasionase el más leve recelo. Vuela entre tanto la fama del
saqueo de los eburones a los germanos del otro lado del Rin, y como
todos, eran convidados a la presa. Los sicambros vecinos al Rin, que
recogieron, según queda dicho, a los tencteros y usipetes fugitivos,
juntan dos mil caballos, y pasando el río en barcas y balsas treinta
millas más abajo del sitio donde estaba el puente cortado y la
guarnición puesta por César, entran por las fronteras de los
eburones: cogen a muchos que huían descarriados, y juntamente
grandes hatos de ganados de que ellos son muy codiciosos. Cebados
en la presa, prosiguen adelante, sin detenerse por lagunas ni por
selvas, como gente criada en guerras y latrocinios. Preguntan a los
cautivos dónde para César. Respondiéndoles que fue muy lejos, y con
él todo su ejército, uno de los cautivos: « ¿Para qué os cansáis, dice,
en correr tras esta ruin y mezquina ganancia, pudiendo haceros
riquísimos a poca costa? En tres horas podéis estar en Atuática,
donde han almacenado los romanos todas sus riquezas. La guarnición
es tan corta, que ni aun a cubrir el muro alcanza; ni hay uno que ose
salir del cercado. » Los germanos que esto supieron, ponen a recaudo
la presa hecha, y vanse derechos al castillo, llevando a su consejero
por guía.
XXXVI. Cicerón, todos los días precedentes, según las órdenes
de César, había contenido con el mayor cuidado a los soldados dentro
de los reales, sin permitir que saliese de la fortaleza ni siquiera un
furriel, pero el día séptimo, desconfiando que César cumpliese su
palabra, por haber oído que se había alejado mucho y no tener la
menor noticia de su vuelta, picado al mismo tiempo de los dichos de
algunos que su tesón calificaban con el nombre de asedio, pues no les
era lícito dar fuera un paso, sin recelo de desgracia alguna, como que
en espacio sólo de tres millas estaban acuarteladas nueve legiones
con un grueso cuerpo de caballería, disipados y casi reducidos a nada
los enemigos, destaca cinco cohortes a forrajear en las mieses
vecinas, entre las cuales y los cuarteles sólo mediaba un collado.
Muchos soldados de otras legiones habían quedado enfermos en los
reales. De éstos al pie de trescientos ya convalecidos son también
enviados con su bandera; tras ellos va, obteniendo el permiso, una
gran cáfila de vivanderos que se hallaban en el campo con su gran
recua de acémilas.
XXXVII. A tal tiempo y coyuntura sobrevienen los germanos a
caballo, y a carrera abierta formados como venían forcejean a romper
por la puerta de socorro en los reales, sin que por la interposición de
las selvas fuesen vistos de nadie hasta que ya estaban encima; tanto,
que los mercaderes, que tenían sus tiendas junto al campo, no
tuvieron lugar de meterse dentro. Sorprendidos los nuestros con la
novedad, se asustan, y a duras penas los centinelas sufren la primera
carga. Los enemigos se abalanzan a todas partes por si pueden hallar
entrada por alguna. Los nuestros, con harto trabajo, defienden las
puertas, que las esquinas bien guarnecidas estacan por situación y
por arte. Corren azorados, preguntándose unos a otros la causa de
aquel tumulto; ni aciertan a donde acudir con las banderas, ni a qué
parte agregarse. Quién dice que los reales han sido tomados; quién
asevera que degollado el ejército con el general, los bárbaros
vencedores se han echado sobre ellos; los más se imaginan nuevos
malos agüeros, representándoseles vivamente la tragedia de Cota y
Titurio123 que allí mismo perecieron. Atónitos todos del espanto, los
bárbaros se confirman en la opinión de que no hay dentro guarnición
de provecho, como había dicho el cautivo, y pugnan por abrir brecha
exhortándose unos a otros a no soltar de las manos dicha tan grande.
XXXVIII. Había quedado enfermo en los reales Publio Sestio
Báculo, ayudante mayor de César, de quien hemos hecho mención en
las batallas anteriores, y hacía ya cinco días que estaba sin comer.
Éste, desesperanzado de su vida y de la de todos, sale desarmado del
pabellón; viendo a los enemigos encima y a los suyos en el último
apuro, arrebata las armas al primero que encuentra, y plántase en la
puerta; síguenle los centuriones del batallón que hacía la guardia, y
juntos sostienen por un rato la pelea. Desfallece Sestio traspasado de
graves heridas, y desmayado, aunque con gran pena, y en brazos le
retiran vivo del combate. A favor de este intermedio los demás
cobran aliento de modo que ya se atreven a dejarse ver en las
barreras y aparentar defensa.
XXXIX. En esto, nuestros soldados, a la vuelta del forrajeo,
oyen la gritería; adelántanse los caballos; reconocen lo grande del
peligro, pero sobrecogidos del terror, no hay para ellos lugar seguro.
Como todavía eran bisoños y sin experiencia en el arte militar,
vuelven los ojos al tribuno y capitanes para ver qué les ordenan.
Ninguno hay tan bravo que no esté sobresaltado con la novedad del
caso.
Los bárbaros, descubriendo a lo lejos estandartes, desisten el
ataque, creyendo a primera vista de retorno las legiones, que por
informe de los cautivos suponían muy distantes, Mas después, visto
el corto número, arremeten por todas partes.
XL. Los vivanderos suben corriendo a un altillo vecino. Echados
luego allí, se dejan caer entre las banderas y pelotones de los
soldados, que ya intimidados, con eso se asustan más. Unos son de
parecer que, pues tan cerca se hallan de los reales, cercados en
forma triangular se arrojen de golpe; que si algunos cayeren, siquiera
los demás podrán salvarse. Otros, que no se mueven de la colina,
resueltos a correr todos una misma suerte. No aprobaban este
partido aquellos soldados viejos que fueron también con su bandera
en compañía de los otros, como se ha dicho, y así, animándose
recíprocamente, capitaneados por Cayo Trebonio, su comandante,
penetran por medio de los enemigos, y todos sin faltar uno, entran en
los reales. Los vivanderos y jinetes, corriendo tras ellos por el camino
abierto, amparados del valor de los soldados, se salvan igualmente.
Al contrario los que se quedaron en el cerro, como bisoños, ni
perseveraron en el propósito de hacerse fuertes en aquel lugar
ventajoso, ni supieron imitar el vigor y actividad que vieron haber
sido tan saludable a los otros, sino que intentando acogerse a los
reales, se metieron en un barranco. Algunos centuriones que del
grado inferior de otras legiones por sus méritos habían sido
promovidos al superior de ésta, por no mancillar el honor antes
ganado en la milicia, murieron peleando valerosamente. Por el
denuedo de éstos arredrados los enemigos, una parte de los soldados
contra toda esperanza llegó sin lesión a los reales; la otra, rodeada
de los bárbaros, pereció.

119
Véase Libro V, c. 24.
120
Los de Condroz y el ducado de Limburgo.
121
Los da Namur.
122
Así ha de ser, atento que hoy el Escalda, como se lee vulgarmente Scaldim, no desagua en el Mosa, y
acaso tampoco antiguamente.
123
Véase libro V, c. 37.

jueves, marzo 9

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indice

Libro sexto capítulo 3

XXI. Las costumbres de los germanos son muy diferentes. Pues
ni tienen druidas que hagan oficio de sacerdotes, ni se curan de
sacrificios. Sus dioses son solos aquellos -que ven con los ojos y cuya
beneficencia experimentan sensiblemente, como el sol, el fuego y la
luna; de los demás ni aun noticia tienen. Toda la vida gastan en caza
y en ejercicios de la milicia. Desde niños se acostumbran al trabajo y
al sufrimiento. Los que por más tiempo permanecen castos se llevan
la palma entre los suyos. Creen que así se medra en estatura, fuerzas
y bríos. El conocer mujer antes de los veinte años es para ellos de
grandísima infamia, y es cosa que no se puede ocultar, porque se
bañan sin distinción de sexo en los ríos y se visten de pellicos y
zamarras, dejando desnuda gran parte del cuerpo.
XXII. No se dedican a la agricultura, y la mayor parte de su
vianda se reduce a leche, queso y carne. Ninguno tiene posesión ni
heredad fija; sino que los alcaldes y regidores cada año señalan a
cada familia y parentela que hacen un cuerpo tantas yugadas en tal
término, según les parece, y el año siguiente los obligan a mudarse a
otro sitio. Para esto alegan muchas razones: no sea que encariñados
al territorio, dejen la milicia por la labranza; que traten de ampliar
sus linderos, y los más poderosos echen a los más débiles de su
pertenencia; que fabriquen casas demasiado cómodas para repararse
contra los fríos y calores; que se introduzca el apego al dinero,
semillero de rencillas y discordias; en fin, para que la gente menuda
esté contenta con su suerte, viéndose igualada en bienes con la más
granada.
XXIII. Los pueblos ponen su gloria en estar rodeados de
páramos vastísimos, asolados todos los contornos. Juzgan ser gran
prueba de valor que los confinantes exterminados les cedan el campo
y que ninguno de fuera ose hacer asiento cerca de ellos. Demás que
con eso se dan por más seguros, quitando el miedo de toda sorpresa.
Cuando una nación sale a la guerra, ya sea defensiva, ya ofensiva,
nombran jefe de ella con jurisdicción de horca y cuchillo.114 En tiempo
de paz no hay magistrado sobre toda la nación; sólo en cada
provincia y partido los más sobresalientes administran a los suyos
justicia y deciden los pleitos. Los robos hechos en territorio ajeno no
se tienen por reprensibles, antes los cohonestan con decir que sirven
para ejercicio de la juventud y destierro del ocio. Si es que alguno de
los principales se ofrece en el concejo a ser capitán, convidando a los
que quieran seguirle, se alzan en pie los que aprueban la empresa y
la persona, y prometen acompañarle. El pueblo los vitorea, y los que
no están 3 lo prometido, son mirados como desertores y traidores,
quedando para siempre desacreditados. Nunca tienen por lícito el
violar a los forasteros: los que van a sus tierras por cualquier motivo,
gozan de salvoconducto y son respetados de todos, y no hay para
ellos puerta cerrada ni mesa que no sea franca.
XXIV. En lo antiguo los galos eran más valientes que los
germanos; y les movían guerras, y por la multiplicación de la gente y
estrechez del país enviaban colonias al otro lado del Rin. Así fue que
los volcas tectosages115 se apoderaron de los campos más fértiles de
Germania en los contornos de la selva Hercinia116 (de que veo haber
tenido noticia Eratóstenes y algunos griegos que la llaman Orcinia) y
fundaron allí pueblos, y hasta el día de hoy habitan en ellos con gran
fama de justicia y gloria militar, hechos ya al rigor y pobreza de los
germanos, y a sus alimentos y traje. A los galos la cercanía del mar y
el comercio ultramarino surte de muchas cosas de conveniencia y
regalo; con que acostumbrados insensiblemente a experimentar la
superioridad de los contrarios, y a ser vencidos en muchas batallas, al
presente ni aun ellos mismos se comparan en valor con los
germanos.
XXV. La selva Hercinia, de que arriba se hizo mención, tiene de
ancho nueve largas jornadas; sin que se pueda explicar de otra
suerte, pues no tienen medidas itinerarias. Comienza en los confines
de los helvecios, nemetes y rauracos; y por las orillas del Danubio va
en derechura hasta las fronteras de los dacos y anartes.117 Desde allí
tuerce a mano izquierda por regiones apartadas del río, y por ser tan
extendida, entra en los términos de muchas naciones. No hay hombre
de la Germania conocida que asegure haber llegado al principio de
esta selva aun después de haber andado sesenta días de camino, o
que tenga noticia de dónde nace. Sábese que cría varias razas de
fieras nunca vistas en otras partes. Las más extrañas y notables son
las que siguen.
XXVI. En primer lugar, cierto buey parecido al ciervo,118 de
cuya frente entre las dos orejas sale un cuerno más elevado y más
derecho que los conocidos. En su punta se esparcen muchos ramos
muy anchos a manera de palmas. La hembra tiene el mismo tamaño,
figura y cornamenta del macho.
XXVII. Otras fieras hay que se llaman alces, semejantes en la
figura y variedad de la piel a los corzos. Verdad es que son algo
mayores y carecen de cuerno, y por tener las piernas sin junturas y
artejos, ni se tienen para dormir, ni pueden levantarse o valerse, si
por algún azar caen en tierra. Los árboles les sirven de albergue,
arrímanse a ellos, y así reclinadas un tanto, descansan. Observando
los cazadores por las huellas cuál suele ser la guarida, socavan en
aquel paraje el tronco, o asierran los árboles con tal arte que a la
vista parezcan enteros. Cuando vienen a reclinarse en su apoyo
acostumbrado, con el propio peso derriban los árboles endebles, y
caen juntamente con ellos.
XXVIII. La tercera raza es de los que llaman uros, los cuales
vienen a ser algo menores que los elefantes; la catadura, el color, la
figura de toros, siendo grande su bravura y ligereza. Sea hombre o
bestia, en avistando el bulto, se tiran a él. Mátanlos cogiéndolos en
hoyos con trampas. Con tal afán se curten los jóvenes, siendo este
género de caza su principal ejercicio; los que hubiesen muerto más
de éstos, presentando por prueba los cuernos al público, reciben
grandes aplausos. Pero no es posible domesticarlos ni amansarlos,
aunque los cacen de chiquitos. La grandeza, figura y encaje de sus
cuernos se diferencia mucho de los de nuestros bueyes. Recogidos
con diligencia, los guarnecen de plata, y les sirven de copas en los
más espléndidos banquetes.
XXIX. Después que supo César por relación de los exploradores
ubios cómo los suevos se habían retirado a los bosques, temiendo la
falta de trigo, porque los germanos, como apuntamos arriba, no
cuidan de labrar los campos, resolvió no pasar adelante. Sin
embargo, para contener a los bárbaros con el miedo de su vuelta, y
embarazar el tránsito de sus tropas auxiliares, pasado el ejército,
derribó doscientos pies de la punta del puente que terminaba en
tierra de los ubios, y en la otra levantó una torre de cuatro altos, y
puso en ella para guarnición y defensa del puente doce cohortes,
quedando bien pertrechado este puesto, y por su gobernador el joven
Cayo Volcacio Tulo. Él, cuando ya los panes iban madurando, de
partida para la guerra de Ambiórige, envía delante a Lucio Minucio
Basilo con toda la caballería por la selva Ardena, la mayor de la Galia,
que de las orillas del Rin y fronteras de los trevirenses corre por más
de quinientas millas, alargándose hasta los nervios; y por ver si con
la celeridad de la marcha y coyuntura del tiempo podía lograr algún
buen lance le previene no permita hacer lumbres en el campo a fin de
que no se aparezca de lejos señal de su venida, y añade que presto le
seguirá.
XXX. Ejecutada por Basilo la orden, y hecho en diligencia y
contra toda expectación el viaje, sorprende a muchos en medio de
sus labores, y por las señas que le dieron éstos va volando al paraje
donde decían estar Ambiórige con unos cuantos caballos. En todo
vale mucho la fortuna, y más en la guerra. Pues como fue gran
ventura de Basilo cogerle descuidado y desprevenido, y ser visto de
aquellos hombres antes que supiesen nada de su venida, así fue no
menor la de Ambiórige en poder escapar, después de ser despojado
de todo el tren de carrozas y caballos que tenía consigo. Su dicha
estuvo en que sus compañeros y sirvientes detuvieron un rato el
ímpetu de nuestra caballería dentro del recinto de su palacio, el cual
estaba cercado de un soto, como suelen estarlo las casas de los
galos, que para defenderse de los calores del estío buscan la frescura
de florestas y ríos. Con esto, mientras peleaban los demás, uno de
sus criados le trajo un caballo, y él huyendo se perdió de vista en el
bosque. Así la fortuna mostró su mucho poder en meterle y sacarle
del peligro.

114
Tradúcese así por variar de locución, y porque parece que esta frase española se acerca mucho a
significar el poder o jurisdicción que los romanos llamaban vitae ac necis potestas.
115
Créese que salieron de las tierras de Narbona y de Tolosa. Otra colonia enviaron al Asia Menor, y la
provincia que poblaron se llamó por ellos Gallatia o Gallogroecia. Los volcas arecómicos eran distintos de
éstos de la merindad de Nemauso, hoy Nimes.
116
La Selva Negra.
117
Dacia y Transilvania.
118
Se refiere al reno.

martes, marzo 7

CALAHORRA



este año me voy a Calahorra.

Todos los años, la AGUECAN viaja a calahorra para devolver la visita que estos nos hacen en las Guerras.

Este año vamos aunque solo seamos dos pretorianos.

El paso viviente organiza el 8 y 9 de Abril el mercaforum.

La AGuecan pone un autobus para que puedan asistir al menos 55 romanos.

miércoles, marzo 1

2-murena-13

13-1


13-2


13-3


indice

Libro sexto capítulo 2

XI. Mas ya que la ocasión se ha ofrecido, no será fuera de
propósito describir las costumbres de la Galia y la Germania, y la
diferencia que hay entre ambas naciones. En la Galia no sólo los
Estados, partidos y distritos están divididos en bandos, sino también
cada familia. De estos bandos son cabezas los que a juicio de los
otros se reputan por hombres de mayor autoridad, a cuyo arbitrio y
prudencia se confía la decisión de todos los negocios y deliberaciones.
Esto lo establecieron a mi ver los antiguos con el fin de que ningún
plebeyo faltase apoyo contra los poderosos, pues quien es cabeza de
partido no permite que sus parciales sean oprimidos o calumniados;
si así no lo hace, pierde todo el crédito entre los suyos. Esta misma
práctica se observaba en el gobierno de toda la Galia, cuyas
provincias están todas divididas en dos facciones.
XII. Cuando César vino a la Galia, de la una eran jefes los
eduos, y los secuanos de la otra. Éstos, reconociéndose inferiores
porque de tiempo antiguo los eduos los sobrepujaban en autoridad y
en número de vasallos, se coligaron con los germanos y Ariovisto,
empeñándolos en su partido a costa de grandes dádivas y promesas.
Con eso, ganadas varias victorias, y degollada toda la nobleza de los
eduos, vinieron a tal pujanza, que les quitaron gran parte de los
vasallos y los obligaron a dar en prendas los hijos de los principales,
y a jurar solemnemente que nunca emprenderían cosa en perjuicio de
los secuanos; y a la sazón poseían una porción del territorio
confinante que ocuparon por fuerza con el principado de toda la
Galia.
Ésta fue la causa que obligó a Diviciaco a ir a Roma a pedir
auxilio al Senado, si bien no le obtuvo. Trocáronse con la venida de
César las suertes, restituyéronse a los eduos sus rehenes, recobrados
los antiguos vasallos, y adquiridos otros nuevos por el favor de César,
pues veían que los que se aliaban con ellos mejoraban de condición y
de gobierno, distinguidos y privilegiados en todo los eduos, perdieron
los secuanos el principado. En su lugar sucedieron los remenses, que,
como privaban igualmente con César, lo que por enemistades
envejecidas no podían avenirse con los eduos, se hicieron del bando
de los remenses, los cuales procuraban protegerlos con todo empeño.
Así sostenían la nueva dignidad a que de repente habían subido. La
cosa, por fin, estaba en términos que los eduos gozaban sin disputa
el primer lugar, el segundo los remenses.
XIII. En toda la Galia dos son los estados de personas de que
se hace cuenta y estimación; puesto que los plebeyos son mirados
como esclavos, que por sí nada emprenden, ni son jamás admitidos a
consejo. Los más, en viéndose adeudados, o apremiados del peso de
los tributos o de la tiranía de los poderosos, se dedican al servicio de
los nobles, que con ellos ejercitan los mismos derechos que los
señores con sus esclavos. De los dos estados uno es el de los druidas,
el otro el de los caballeros. Aquéllos atienden al cultivo divino,
ofrecen los sacrificios públicos y privados, interpretan los misterios de
la religión. A su escuela concurre gran número de jóvenes a
instruirse, siendo grande el respeto que les tienen. Ellos son los que
sentencian casi todos los pleitos del común y de los particulares; si
algún delito se comete, si sucede alguna muerte, si hay discusión
sobre herencia, o sobre linderos, ellos son los que deciden; ellos
determinan los premios y los castigos, y cualquiera persona, ora sea
privada, ora sea pública, que no se rinde a su sentencia, es
excomulgada, que para ellos es la pena más grave. Los tales
excomulgados se miran como impíos y facinerosos; todos se esquivan
de ellos rehuyendo su encuentro y conversación, por no
contaminarse; no se les hace justicia por más que la pidan, ni se les
fía cargo alguno honroso. A todos los druidas preside uno con
autoridad suprema. Muerto éste, le sucede quien a los demás se
aventaja en prendas. En caso de haber muchos iguales, se hace la
elección por votos de los druidas, y aun tal vez de mano armada se
disputan la primacía. En cierta estación del año, se congregan en el
país de Chartres, tenido por centro de toda la Galia, en un lugar
sagrado.113 Aquí concurren todos los que tienen pleitos, y están a sus
juicios y decisiones. Créese que la tal ciencia fue inventada en
Bretaña y trasladada de allí a la Galia, Aun hoy día los que quieren
saberla a fondo van allá por lo común a estudiaría.
XIV. Los druidas no suelen ir a la guerra, ni pagan tributos
como los demás; están exentos de la milicia y de todas las cargas
concejiles. Con el atractivo de tantos privilegios son muchos los que
se dedican a esta profesión; unos por inclinación propia, otros por
destino de sus padres y parientes. Dícese que allí aprenden gran
número de versos, y pasan a menudo veinte años en este
aprendizaje. No tienen por lícito escribir lo que aprenden, no obstante
que casi en todo lo demás de negocios públicos y particulares se
sirven de ceracteres griegos. Por dos causas, según yo pienso, han
establecido esta ley: porque ni quieren divulgar su doctrina, ni
tampoco que los estudiantes, fiados en los escritos, descuiden en el
ejercicio de la memoria, lo que suele acontecer a muchos, que
teniendo a mano los libros, aflojan en el ejercicio de aprender y
retener las cosas en la memoria. Esméranse sobre todo en persuadir
la inmortalidad de las almas y su trasmigración de unos cuerpos en
otros, cuya creencia juzgan ser grandísimo incentivo para el valor,
poniendo aparte el temor de la muerte. Otras muchas cosas disputan
y enseñan a la juventud acerca de los astros y su movimiento, de la
grandeza del mundo y de la tierra, de la naturaleza de las cosas, del
poder y soberanía de los dioses inmortales.
XV. El segundo estado es de los caballeros. Todos éstos salen a
campaña siempre que lo pide el caso u ocurre alguna guerra (y antes
de la venida de César ocurría casi todos los años, ya fuese ofensiva,
ya defensiva); y cuanto uno es más noble y rico, tanto mayor
acompañamiento lleva de dependientes y criados, lo cual tiene por
único distintivo de su grandeza y poder.
XVI. Toda la nación de los galos es supersticiosa en extremo; y
por esta causa los que padecen enfermedades graves, y se hallan en
batallas y peligros, o sacrifican hombres, o hacen voto de
sacrificarlos, para cuyos sacrificios se valen del ministerio de los
druidas, persuadidos de que no se puede aplacar la ira de los dioses
inmortales en orden a la conservación de la vida de un hombre si no
se hace ofrenda de la vida de otro; y por pública ley tienen ordenados
sacrificios de esta misma especie. Otros forman de mimbres
entretejidos ídolos colosales, cuyos huecos llenan de hombres vivos,
y pegando fuego a los mimbres, rodeados ellos de las llamas rinden
el alma. En su estimación los sacrificios de ladrones, salteadores y
otros delincuentes son los más gratos a los dioses, si bien a falta de
ésos no reparan en sacrificar los inocentes.
XVII. Su principal devoción es al dios Mercurio, de quien tienen
muchísimos simulacros. Celébranle por inventor de todas las artes;
por guía de los caminos y viajes, y atribúyenle grandísima virtud para
las ganancias del dinero y para el comercio. Después de éste son sus
dioses Apolo, Marte, Júpiter y Minerva, de los cuales sienten lo mismo
que las demás naciones: que Apolo cura las enfermedades, que
Minerva es maestra de las manufacturas y artefactos, que Júpiter
gobierna el cielo y Marte preside la guerra. A éste, cuando entran en
batalla, suelen ofrecer en voto los despojos del enemigo. Los
animales que sobran del pillaje son sacrificados; lo demás de la presa
amontonan en un lugar. Y en muchas ciudades se ven rimeros de
estas ofrendas en lugares sagrados. Rara vez se halla quien se
atreva, despreciando la religión, a encubrir algo de lo que cogió, o a
hurtar lo depositado, que semejante delito se castiga con pena de
muerte atrocísima.
XVIII. Blasonan los galos de tener todos por padre a Plutón, y
ésta dicen ser la tradición de los druidas. Por cuya causa hacen el
cómputo de los tiempos no por días, sino por noches, y así en sus
cumpleaños, en los principios de meses y años, siempre la noche
precede al día. En los demás estilos se diferencian particularmente de
otros hombres en que no permiten a sus hijos el que se les presenten
públicamente hasta haber llegado a la edad competente para la
milicia, y es desdoro de un padre tener a su lado en público a su hijo
todavía niño.
XIX. Los maridos, al dote recibido de su mujer, añaden otro
tanto caudal de la hacienda propia, precedida tasación. Todo este
caudal se administra por junto, y se depositan los frutos; el que
alcanza en días al otro queda en posesión de todo el capital con los
bienes gananciales del tiempo del matrimonio. Los maridos son
dueños absolutos de la vida y muerte de sus mujeres, igualmente
que de los hijos; y en muriendo algún padre de familia del estado
noble, se juntan los parientes, y sobre su muerte, caso que haya
motivo de sospecha, ponen a la mujer a cuestión de tormento como
si fuese esclava. Si resulta culpada, le quitan la vida con fuego y
tormentos crudelísimos. Los entierros de los galos son a su modo
magníficos y suntuosos, quemando con ellos todas las cosas que a su
parecer amaban más en vida, inclusos los animales, y no ha mucho
tiempo que solían, acabadas las exequias de los difuntos, echar con
ellos en la misma hoguera sus siervos y criados más queridos.
XX. Las repúblicas más acreditadas por su buen gobierno tienen
por ley inviolable que, cuando alguno entendiere de los comarcanos
algún rumor o voz pública tocante al Estado, la declare al magistrado
sin comunicarla con nadie, porque la experiencia enseña que muchas
veces las personas inconsideradas y sencillas se asustan con falsos
rumores, dan en desafueros, y toman resolución en asuntos de la
mayor importancia. Los magistrados callan lo que les parece, y lo que
juzgan conveniente propónenlo al pueblo. Del gobierno no se puede
hablar sino en consistorio.

113
César: in loco consecralo. Si, como parece verosímil, se lee luco, entenderemos bosque, conforme a
lo que escribe Lucano del paraje donde se juntaban los druidas.