viernes, junio 30

ARMAS ROMANAS CAP 7



CORTE DEL DOCUMENTAL DE CANAL HISTORIA. Ahora peter woodward nos enseña el funcionamiento de las armas, el pilum, el scutum y la gladius... y porque la eligieron los romanos.

jueves, junio 29

ARMAS ROMANAS CAP6



otro corte del documental del canal historia, armas romanas en el que nos cuenta como funcionaba el ejercito romano...

martes, junio 27

2-murena-36

36-1


36-2


36-3


indice

Libro octavo. Capítulo 1

I. Sujeta toda la Galia, no habiendo interrumpido César el
ejercicio de las armas en todo el verano antecedente, y deseando que
descansasen las tropas de tantos trabajos en los cuarteles de
invierno, tuvo noticia de que muchas naciones trataban de renovar la
guerra a un mismo tiempo y conjurarse para este fin. De lo cual se
decía que verosímilmente sería la causa el haber conocido los galos,
que ni con la mayor multitud junta en un lugar se podía resistir a los
romanos; pero si a un tiempo muchas provincias les declarasen
diversas guerras, no tendría su ejército bastantes auxilios, ni tiempo
ni gente para acudir a todas partes. Y así ninguna ciudad debía
rehusar la suerte de la incomodidad si con esta lentitud podían las
demás recobrar su libertad.
II. Para que no se confirmase la opinión de los galos, dejó
César el mando de los cuarteles de invierno al cuestor M. Antonio, y
marchó con la caballería el último día de diciembre de la ciudad de
Autun a juntarse con la legión trece, que invernaba no lejos de los
términos de Autun, y le añadió la undécima, que era la más
inmediata. Dejó dos cohortes para resguardo del equipaje, y marchó
con el resto del ejército a la fértilísima campaña de Berry, cuyos
moradores, como tenían espaciosos términos y muchas ciudades, no
podían ser contenidos con una sola legión de hacer prevenciones de
guerra y conspiraciones con este intento.
III. Sucedió con la repentina llegada de César lo que era preciso
a gente desprevenida y desparramada: que estando cultivando los
campos sin temor alguno, fueron sorprendidos por la caballería antes
que pudiesen refugiarse en las poblaciones. Porque aun aquella
ordinaria señal de sobrevenir el enemigo, que acostumbra a hacerse
entender por los incendios de los edificios, había sido prohibida con
orden formal de César, para que no le faltase abundancia de pasto y
trigo, si acaso pasaba más adelante, ni los enemigos se
amedrentasen con los incendios. Atemorizados los de Berry con la
presa de muchos millares de hombres, los que pudieron escapar de la
primera entrada de los romanos se acogieron a las ciudades
circunvecinas, o fiados en los privados hospedajes, o en la sociedad
de los designios. Mas fue en vano; porque haciendo César marchas
muy largas, acudió a todas partes, sin dar tiempo a ninguna ciudad
de mirar antes por su salud y conservación ajena que por la suya
propia; con cuya prontitud mantuvo en su fidelidad a los amigos, y
con el terror obligó a los dudosos a las condiciones de la paz.
Propuesta ésta, y viendo los de Berry que la clemencia de César les
abría camino para volver a su amistad, y que las ciudades de su
comarca habían sido admitidas sin otra pena que haberle dado
rehenes, hicieron ellos lo mismo.
IV. César, a vista de la constancia con que los soldados habían
tolerado tan grandes trabajos, siguiéndole con tan buen deseo en
tiempo de hielos por caminos muy trabajosos, y con unos fríos
intolerables, prometió regalarlos con doscientos sestercios a cada
uno, y dos mil denarios a los centuriones con título de presa, y
enviadas las legiones a sus cuarteles, se volvió a Autun a los cuarenta
días que había salido. Estando aquí administrando justicia, llegaron
comisionados de Berry a pedirle socorro contra los de Chartres,
quejándose de que les habían declarado la guerra. Con cuya noticia,
sin haber sosegado más que dieciocho días, mandó salir a las
legiones decimocuarta y sexta, que invernaban sobre el Saona, de las
cuales se dijo en el libro anterior que estaban destinadas aquí para
facilitar las provisiones de víveres. Con estas legiones partió a
castigar el atrevimiento de los chartreses.
V. Llegada a los enemigos la fama del ejército, y temiendo
iguales daños que los otros, desamparando las poblaciones que
habitaban, en que por necesidad habían levantado unas pequeñas
chozas y cabañas para guarecerse del frío (porque recién
conquistados habían perdido muchas de sus ciudades), dieron a huir
por diversas partes. César, que no quería exponer sus tropas a los
rigores de la estación que amenazaba entonces, puso su real sobre
Orleáns, ciudad de Chartrain, y alojó parte de los soldados en las
casas de los galos, parte en las chozas que hicieron de pronto con la
paja recogida para cubrir las tiendas; pero a la caballería e infantería
auxiliar despachó por todos aquellos parajes por donde se decía que
habían escapado los enemigos, y no en vano, pues volvieron casi
todos cargados de presa. Oprimidos los chartreses por el rigor del
invierno y el miedo del peligro, echados de sus casas, sin atreverse a
permanecer en un paraje mucho tiempo, ni poderse refugiar al
amparo de las selvas por la crueldad del temporal, dispersos, y con la
pérdida considerable de los suyos, se fueron repartiendo por las
ciudades comarcanas.
VI. César, considerando el rigor de la estación, y teniendo por
bastante deshacer estos cuerpos de tropas, para que no se originase
algún nuevo principio de guerra; y conociendo cuanto alcanzaba con
la razón, que no se podía mover empresa considerable para el
verano, puso a C. Trebonio en el cuartel de Orleáns con las dos
legiones que tenía consigo. Noticioso por frecuentes avisos de Reims
que los del Bovesis, señalados entre todos los galos y belgas en la
gloria militar, y las ciudades de su comarca prevenían ejército y se
juntaban en sitio señalado, teniendo por caudillos a Correo, natural
del Bovesis, y a Comió de Arras, para hacer una entrada con toda su
gente en las tierras de Soisóns, de la jurisdicción de Reims; y
juzgando que importaba no sólo a su reputación, sino a su propio
interés que los aliados beneméritos de la república no recibiesen daño
alguno, volvió a sacar de los cuarteles de invierno a la legión
undécima, escribió a C. Fabio que se fuese acercando a Soisóns con
las dos que tenía, y envió a pedir a Labieno una de las que estaban a
su mando. De esta manera, cuando lo permitía la inmediación de los
cuarteles y el presupuesto de la guerra, repartía el cargo de ella
alternativamente a las legiones, sin descansar él en ningún tiempo.
VII. Juntas estas tropas, marchó la vuelta del Bovesis; y
habiendo acampado en sus términos, destacó varias partidas de
caballos a diversas partes, que hiciesen algunos prisioneros de
quienes informarse de los designios de los enemigos. Hicieron éstos
su deber, y volvieron diciendo que habían hallado muy poca gente en
las poblaciones, y ésta no que hubiese quedado por causa del cultivo
de los campos, pues se habían retirado con diligencia de toda la
comarca, sino que eran enviados como espías, A quienes,
preguntando César dónde estaba la multitud de los boveses o cuál
era su designio, halló que todos los que podían tomar las armas
habían formado un cuerpo, y con ellos los de Amiéns, de Maine, de
Caux, de Rúan y Artois, y elegido para su real una eminencia rodeada
de una laguna embarazosa; que habían retirado todo el equipaje a los
montes más apartados; que eran muchos los capitanes de aquella
empresa, pero que toda la multitud obedecía a Correo, por haber
entendido que era el que más odio mostraba al Pueblo Romano; que
pocos días antes había marchado Comió de este campo a traer tropas
auxiliares de sus vecinos los germanos, cuya multitud era infinita;
que tenían determinado les del Bovesis, por consentimiento de los
cabos principales y con gran contente de la plebe, en caso de venir
César, como se decía, con tres legiones, presentarle desde luego la
batalla, para no verse después precisados a pelear con menos
ventaja con todo el resto de su ejército; pero si traía mayores tropas,
permanecer en el puesto que habían tomado, y con emboscadas
estorbar a los romanos el forraje, escaso y disperso por la estación, y
las provisiones de víveres.
VIH. Hechas estas averiguaciones, por convenir muchos en lo
mismo, y viendo que las resoluciones que le proponían estaban llenas
de prudencia y muy distantes de la temeridad de gentes bárbaras,
pensó todos los medios posibles para que, menospreciando los
enemigos el corto número de su gente, saliesen a campo raso. Tenía
consigo las legiones séptima, octava y nona, las más veteranas y de
singular valor; la undécima, de grandes esperanzas, compuesta de
mozos escogidos, que llevando ya cumplidos ocho años de servicio,
con todo no había llegado aún a igual reputación de valiente y
veterana. Y así, convocada una junta, y expuestas en ella todas las
noticias adquiridas, aseguró los ánimos de los soldados; y por si
podía atraer a los enemigos a la batalla con el número de las tres
legiones, ordenó el ejército en esta forma: Hizo marchar delante del
equipaje a las legiones séptima, octava y nona, después todo el
equipaje (que no era considerable, como suele en tales
expediciones), al cual cerrase la legión undécima para no darles
apariencia de mayor número que el que ellos habían pedido.
Ordenado así el ejército, casi en forma de cuadro, llegó a la vista de
los enemigos antes de lo que pensaban.
IX. Viendo ellos que se acercaban las tropas en ademán de
pelear, aunque se le había dado a entender a Cesar su mucha
confianza en sus designios, o por el peligro de la batalla, o por la
llegada repentina, o por esperar nuestra resolución, ordenó sus haces
delante de los reales sin apartarse de la eminencia. César, aunque
había deseado venir a las manos, con todo, admirado de la multitud
de los enemigos, acampó enfrente de ellos, dejando en medio un
valle más profundo que de grande espacio. Mandó fortalecer sus
reales con un muro de doce pies, y a proporción de esta altura
fabricar un parapeto. Asimismo que se hiciesen dos fosos de quince
pies de profundidad, tan anchos por arriba como por abajo; que se
levantasen varias torres de tres altos, unidas con puentes y galerías,
cuyos frentes se fortaleciesen con un parapeto de zarzos, para que
fuese rechazado el enemigo por dos órdenes de defensores, uno que
disparase sus flechas de más lejos, y con mayor atrevimiento desde
las galerías, cuanto estaba más seguro en la altura, y el otro más
cercano al enemigo en la trinchera se cubriese con los puentes, de
sus flechas; y a todas las entradas hizo poner puertas y torres muy
altas.
X. Dos eran las intenciones de esta fortificación: con tan
grandes obras y la sospecha de temor esperaba aumentar la
confianza de los bárbaros; y habiéndose de ir lejos por el forraje y
víveres, se podrían defender los reales con menos gente. Entre tanto,
adelantándose muchas veces algunos soldados de una y otra parte,
se peleaba sobre una laguna que había en medio, la cual pasaban a
veces nuestras partidas, o las de los galos y germanos, persiguiendo
con más ardor a los enemigos, y a veces la pasaban ellos retando a
los nuestros. Además, sucedía diariamente en los forrajes (como era
preciso yéndose a buscar a los edificios raros y dispersos), que,
desparramados los que le buscaban en parajes quebrados, eran
cercados, cosa que aunque de poco daño para los nuestros, de
caballerías y esclavos, con todo no dejaba de levantar los necios
pensamientos de los bárbaros, y más habiendo venido Comió, de
quien dijimos había ido por socorros a Germania, con una partida de
caballos, que aunque no eran más que quinientos, bastaban para
hincharlos con el socorro de los germanos.

2-murena-35

35-1


35-2


35-3


INDICE

lunes, junio 26

armas romanas cap 4



en este capítulo peter woodward nos muestra una de las cualidades de la legión... además de soldados eran mulas de carga...

viernes, junio 23

TITAN QUEST

Ya ha salido el juego "Titan Quest".

Para saber bien de que se trata el juego, cojamos DIABLO II (juegazo) le trasladamos a niveles gráficos actuales, le ponemos en la antigua grecia y YA tenemos TITAN QUEST.

necesitamos algo más.






podeis leer el análisis que se hace en meristation

en portada
imagen | Meristation Análisis PC - Brian Sullivan nos propone una odisea que arranca en la antigua Grecia y recorre las civilizaciones más antiguas enfrentándonos a todo tipo de criaturas mitológicas. A falta de un Diablo III, Titan Quest viene dispuesto a llenar ese vacío en el Action RPG con calidad y diversión. La caída de los Dioses...

armas romanas cap 3



después de enseñarnos la armadura, peter woodward nos enseña las armas

jueves, junio 22

ARMAS ROMANAS. cap 2



EN ESTE CORTE, PETER WOODWARD nos explica como eran las protecciones del infante romano, y cuál eran sus características y ventajas.

La cota no se parece mucho a la que utilizan la mayoría de los grupo. ¿Pero realmente llevaban todos las hombreras?

martes, junio 20

Las guerras cantabras

cronología

campamento del campo de las cercas

calzada romana del monte fresneda

LIBROS Y COMICS

LIBROS

La república romana

El imperio Romano
La guerra de las galias (proximamente el índice)

COMICS

300
Murena 1
Murena 2

ROMA

Roma en españa. fotos

elige tu nombre romano

grupos reconstruccionistas

ANTIGUEDAD

ciudades de la antiguedad

Las termópilas

LIBRO DE LOS PRETORIANOS

portada


bajate el libro de los pretorianos

http://rapidshare.de/files/23574188/pretorianos_corrales.pdf.html

bajas abajo y pulsas al botón que pone "free"

salta una página y esperas 19 segundos

metes la clave

y le das a bajar el archivo.

ESPERO QUE GUSTE

ARMAS ROMANAS. previo

Cortes del documental sobre armas romanas de Peter WoodWard para canal historia.

LA FIESTA

AÑO 2009

AÑO 2008


AÑO 2007



AÑO 2006

AÑO 2005



Nuestras legiones en el mundo

Imagenes del valle

Juegos romanos y juegos de campamento

lunes, junio 19

ELIGE TU NOMBRE ROMANO

He reproducido la primera parte de el enlace a la página.
NOVA ROMA es una asociación internacional cuypo objetivo es la divulgación de la cultura romana. Te puedes hacer ciudadano pero te piden un nombre romano. En esta página se explica y se ayuda a elegir ese nombre.


ES:Choosing a Roman name

From NovaRoma

Jump to: navigation, search

Con el fin de que Nova Roma pueda ser una coherente reconstrucción de la Roma republicana, te pedimos que elijas un nombre romano al decidirte a convertirte oficialmente en un ciudadano. Eluso de la nomenclatura romana permite a Nova Roma crecer reproduciendo la estructura de Gentes (clanes) y en ramas de familias dentro de las Gentes.Il nombre romano que elijas será asociado a tu verdadero nombre en nuestros archivos.Lo usaremos para constactar contigo y te invitamos a usarlo en tu correspondencia. Si eres nuevo en la cultura romana y deseas ser aconsejado en la elección de un nombre que te represente a ti y a tus intereses, no dudes en contactar con los Censores. El nombre masculino se compone habitualmente por tres partes denominadas praenomen (ej. Caius), nomen (es el nombre de la Gens, ej. Iulius) y cognomen (ej. Caesar). Algunas veces se añade un segundo cognomen, llamado agnomen. Para el nombre femenino las reglas son similares, con pocas diferencias.En el momento de solicitar la ciudadanía solo praenomen, nomen y cognomen son obligatorios. Elementos añadidos como agnomen o el patronimico son opcionales

Contents [hide] •1 Praenomina

            1.1 Masculinos
1.2 Femeninos

•2 Nomina •3 Cognomina •4 Elementos añadidos y ejemplos

LEER MÁS

viernes, junio 16

EL NATALICIO DE LAS AGUILAS

he encontrado por internet estos dos videos, creo que no son de la gente de la legio VIIII, por lo que aparte de colgar en elblog, les voy a mandar el enlace a los componentes de la legio VIIII para que los vean.

mi enhorabuena a ellos, además por la publicidad que se hace con estos videos de lo que realmente se hace.

Ya estoy preparando la camara y este verano me voy a hinchar de grabar las guerras cantabras...



la legio VIIII. videos.

Por internet, te pones a buscar videos de reconstruccionismo y aparecen un montón de ellos.

estos son de gladiadores practicando.



jueves, junio 15

miércoles, junio 14

PROGRAMA DE ACTOS AÑO 2006

DESDE LA PÁGINA OFICIAL PODEMOS ACCEDER AL PROGRMA DE ACTOS DEL AÑO 2006

el formato es igual al de la página oficial y una vez enlazado puedes navegar por él. Pinchando sobre los actos, enlazais a la explicación de la página oficial.

Viernes, 25|08|2006

Viernes, 25|08|2006
Sabado, 26|08|2006

Sabado, 26|08|2006
Domingo, 27|08|2006

Domingo, 27|08|2006
Viernes, 01|09|2006

Viernes, 01|09|2006
Sabado, 02|09|2006

Sabado, 02|09|2006
Domingo, 03|09|2006

Domingo,03|09|2006
Los enlaces son directos a la página oficial de las guerras cantabras.

NATALICIO DE LAS AGUILAS 2006

ENLACE

Este fin de semana, la Legio VIIII participó en el evento el Natalicio de las Aguilas que rememora el nacimiento de la ciudad de León.


Historia de Leon:

Aunque usualmente ha sido conocido como origen de la ciudad de Leon el asentamiento de la Legio VII Gemina en el año 74 d.C., excavaciones efectuadas en las tres últimas décadas, además de profundizar en el conocimiento de la ciudad desde la época romana, han puesto de manifiesto un momento anterior de ocupación a la Legio VII, en los años 10-15 a.C.

Tenemos pues como base del origen la creación "exnovo" de lo que posteriormente sería la ciudad el asentamiento del campamento militar de la Legio VI en el año 10-15 a.C.. De esta época se han encontrado vestigios en excavaciones efectuadas en la década de los noventa en el "edificio Botines" y "Pallarés", pero desconocemos si hubo algún tipo de recinto amurallado protegiendo al campamento.

La creación definitiva de la ciudad tiene su origen en el año 74 d.C., año en que se produce el asentamiento de la Legio VII.
La Legio VII es un cuerpo militar formado en Hispania e integrado mayoritariamente por hispanos. Su fundación tuvo lugar el 10 de Junio del año 68. Ha tenido distintos epítetos, perdurando el de "Gemina", dado posteriormente a la batalla de Cremona al ser reconstruido el cuerpo con tropas de otras legiones que también habian sufrido pérdidas. Este cuerpo fue fundado por Galva en Clunia para presentarse con el en Roma y emprender la lucha por el poder, tratado de ser ostentado también por Otón y Vitelio. Durante el reinado de Vespasiano perteneció al ejército del Rhin, hasta que en el año 74 se establece en lo que hoy es la ciudad de León.
Su asentamiento en la confluencia de los rios Bernesga y Torío obedece a una doble causa: servir de vigilancia en el transporte del oro y otros minerales hacia la capital Asturica Augusta (Astorga) y después hasta Roma. A su vez sus miembros trabajaban como ingenieros en las labores de minería. La legio VII fue la única que se mantuvo en Hispania hasta la caida del Imperio Romano de Occidente, como cuerpo de soldados de frontera.

La legio VIIII es un grupo de recreación histórica de ambito nacional.

2-MURENA-34

34-1


34-2


34-3


INDICE

libro septimo. cap 9

LXXXI. Un día estuvieron los galos sin pelear, gastándolo todo
en aparejar gran número de zarzos, escalas, garabatos, con que
saliendo a medianoche a sordas de los reales, se fueron arrimando a
la línea de circunvalación, y de repente alzando una gran gritería que
sirviese a los sitiados por seña de su acometida, empiezan a tirar
zarzos, y con hondas, saetas y piedras a derribar de las barreras a los
nuestros y aprestar los demás instrumentos para el asalto. Al mismo
punto Vercingetórige, oída la grita, toca a rebato, y saca su gente de
Alesia. De los nuestros cada cual corre al puesto que de antemano le
estaba señalado en las trincheras, donde con hondas que arrojaban
piedras de a libra, con espontones puestos a mano y con balas de
plomo arredran al enemigo. Los golpes dados y recibidos eran a
ciegas por la oscuridad de la noche; muchos los tiros de las baterías.
Pero los legados Marco Antonio y Cayo Trebonio, encargados de la
defensa por esta parte, donde veían ser mayor el peligro de los
nuestros, iban destacando en su ayuda de los fortines de la otra
soldados de refresco.
LXXXII. Mientras los galos disparaban de lejos, hacían más
efecto con la gran cantidad de tiros; después que se fueron
arrimando a las líneas, o se clavaban con los abrojos, o caídos en las
hoyas quedaban empalados en las estacas, o atravesados desde las
barreras y torres con los rejones, rendían el alma. En fin, recibidas de
todas partes muchas heridas, sin poder abrir una brecha, rayando ya
el día, por miedo de ser cogidos por el flanco de las tropas de la
cuesta, tocaron retirada. En esto los de la plaza, mientras andan
afanados en manejar las máquinas preparadas por Vercingetórige
para el asalto, en cegar los primeros fosos, gastado gran rato en tales
maniobras, entendieron la retirada de los suyos antes de haberse
acercado ellos a nuestras fortificaciones. Así volvieron a la plaza sin
hacer cosa de provecho.
LXXXIII. Rebatidos por dos veces con pérdida los galos,
deliberan sobre lo que conviene hacer. Consultan con los prácticos del
país. Infórmanse de ellos sobre la posición y fortificaciones de nuestro
campamento de arriba. Yacía por la banda septentrional una colina
que, no pudiendo abrazarla con el cordón los nuestros por su gran
circunferencia, se vieron forzados a fijar sus estancias en sitio menos
igual y algún tanto costanero. Guardábanlas los legados Cayo Antistio
Regino y Cayo Caninio Rehilo con dos legiones. Batidas las estradas,
los jefes enemigos entresacan cincuenta y cinco mil combatientes de
las tropas de aquellas naciones que corrían con mayor fama de
valerosas, y forman entre sí en secreto el plan de operaciones.
Determinan para la empresa la hora del mediodía, y nombran por
cabo de la facción a Vergasilauno Alverno, uno de los cuatro
generales, pariente de Vercingetórige. Sale, pues, de los reales a
prima noche, y terminada su marcha cerca del amanecer, se oculta
tras del monte, y ordena a los soldados que descansen sobre los
reales arriba mencionados, y a la misma hora empieza la caballería a
desfilar hacia las trincheras del llano, y el resto del ejército a
escuadronarse delante de sus tiendas.
LXXXIV. Vercingetórige, avistando desde el alcázar de Alesia a
los suyos, sale de la plaza, llevando consigo zarzas, puntales,
árganos, hoces y las demás baterías aparejadas para forzar las
trincheras. Embisten a un tiempo por todas partes, y hacen todos los
esfuerzos posibles. Si ven algún sitio menos pertrechado, allá se
abalanzan. La tropa de los romanos se halla embarazada con tantas
fortificaciones, ni es fácil acudir a un tiempo a tan diversos lugares.
Mucho contribuyó al terror de los nuestros la vocería que sintieron en
el combate a las espaldas, midiendo su peligro por el ajeno orgullo. Y
es así, que los objetos distantes hacen de ordinario más vehemente
impresión en los pechos humanos.
LXXXV. César, desde un alto, registra cuanto pasa y refuerza a
los que peligran. Unos y otros se hacen la cuenta de ser ésta la
ocasión en que se debe echar el resto. Los galos si no fuerzan las
trincheras, se dan por perdidos; los romanos con la victoria esperan
poner fin a todos sus trabajos. Su mayor peligro era en los reales
altos, atacados, según referimos, por Vergasilauno. Un pequeño
recuesto cogido favorece mucho a los contrarios. Desde allí unos
arrojan dardos; otros avanzan empavesados; rendidos unos, suceden
otros de refresco. La fagina, que todos a una echan contra la
estacada, así facilita el paso a los galos, como inutiliza los pertrechos
que tenían tapados en tierra los romanos. Ya no pueden más los
nuestros, faltos de armas y fuerzas.
LXXXVI. En vista de esto, César destaca en su amparo a
Labieno con seis cohortes; ordénale que si dentro no puede sufrir la
carga, rompa fuera arremetiendo con su gente; pero no lo haga sino
como último recurso. Él mismo va recorriendo las demás líneas,
esforzando a todos a que no desfallezcan; que aquél era el día y la
hora de recoger el fruto de tantos sudores. Los de la plaza,
desconfiando de abrir brecha en las trincheras del llano por razón de
su extensión tan vasta, trepan lugares escarpados, donde ponen su
armería, con el granizo de flechas derriban de las torres a los
defensores; con terrones y zarzos allanan el camino; con las hoces
destruyen estacada y parapetos.
LXXXVII. César destaca primero al joven Bruto con seis
cohortes, y tras él al legado Fabio con otras siete. Por último, él
mismo en persona, arreciándose más la pelea, acude con nuevos
refuerzos. Reintegrado el combate, y rechazados los enemigos, corre
a unirse con Labieno. Saca del baluarte inmediato cuatro cohortes. A
una parte de la caballería ordena que le siga; otra, que rodeando la
línea de circunvalación, acometa por las espaldas al enemigo.
Labieno, visto que ni estacadas ni fosos eran bastantes a contener su
furia, juntando treinta y nueve cohortes, que por dicha137 se le
presentaron de los baluartes más cercanos, da parte a César de lo
que pensaba ejecutar. César viene a toda prisa, por hallarse presente
a la batalla.
LXXXVIII. No bien hubo llegado, cuando fue conocido por la
vistosa sobreveste que solía traer en las batallas; vistos también los
escuadrones de caballería y el cuerpo de infantería que venía tras él
por su orden (pues se descubría desde lo alto lo que pasaba en la
bajada de la cuesta), los enemigos traban combate. Alzado de ambas
partes el grito, responden al eco iguales clamores del vallado y de
todos los bastiones. Los nuestros, tirados sus dardos, echan mano de
la espada. Déjase ver de repente la caballería sobre el enemigo.
Avanzan las otras cohortes; los enemigos echan a huir, y en la huida
encuentran con la caballería. Es grande la matanza. Sedulio, caudillo
y príncipe de los limosines, es muerto; Vergasilauno, en la fuga,
preso vivo; setenta y cuatro banderas presentadas a César; pocos los
que de tanta muchedumbre vuelven sin lesión a los reales. Viendo
desde la plaza el estrago y derrota de los suyos, desesperados de
salvarse, retiran sus tropas de las trincheras. Entendido esto, sin más
aguardar los galos desamparan sus reales. Y fue cosa que a no estar
los nuestros rendidos de tanto correr a reforzar los puestos y del
trabajo de todo el día, no hubieran dejado hombre con vida. Sobre la
medianoche, destacada la caballería, dio alcance a su retaguardia
prendiendo y matando a muchos; los demás huyen a sus tierras.
LXXXIX. Al otro día Vercingetórige, convocada su gente,
protesta «no haber emprendido él esta guerra por sus propios
intereses, sino por la defensa de la común libertad; mas ya que es
forzoso ceder a la fortuna, él está pronto a que lo sacrifiquen, o
dándole, si quieren, la muerte o entregándolo vivo a los romanos
para satisfacerles», Despachan diputados a César, Mándales entregar
las armas y las cabezas de partido. Él puso su pabellón en un
baluarte delante los reales. Aquí se le presentan los generales.
Vecingetórige es entregado. Arrojan a sus pies las armas. Reservando
los eduos y alvernos a fin de valerse de ellos para recobrar sus
Estados, de los demás cautivos da uno a cada soldado a título de
despojo.
XC. Hecho esto, marcha a los eduos, y se le rinden. Allí recibe
embajadores de los alvernos que se ofrecen a estar en todo a su
obediencia. Mándales dar gran número de rehenes. Restituye cerca
de veinte mil prisioneros a los eduos y alvernos. Envía las legiones a
cuarteles de invierno. A Tito Labieno manda ir con dos y la caballería
a los secuanos, dándole por ayudante a Marco Sempronio Rutilo. A
Cayo Fabio y a Lucio Minucio Basilo aloja con dos legiones en los
remenses, para defenderlos de toda invasión contra los beoveses sus
fronterizos. A Cayo Antistio Regino remite a los ambivaretos; a Tito
Sestio a los berrienses; a Cayo Caninio Rebilo a los rodenses, cada
uno con su legión. A Quinto Tulio Cicerón y a Publio Sulpicio acuartela
en Chalóns y Macón, ciudades de los eduos a las riberas del Arar,
para el acopio y conducción del trigo. Él determina pasar el invierno
en Bilbracte. Sabidos estos sucesos por cartas de César, se mandan
celebrar en Roma fiestas por veinte días.

martes, junio 13

2-murena-33

33-1


33-2


33-3


indice

libro septimo. cap 8

LXXI. Vercingetórige, primero que los romanos acabasen, de
atrincherarse, toma la resolución de despachar una noche toda la
caballería, ordenándoles al partir: «Vaya cada cual a su patria y
fuerce para la guerra a todos los que tuvieren edad. Represéntales
sus méritos para con ellos, y los conjura que tengan cuenta con su
vida, y no lo abandonen a la saña cruel de los enemigos para ser
despedazado con tormentos, siendo tan benemérito de la pública
libertad; que por poco que se descuiden, verán perecer consigo
ochenta mil combatientes, la flor de la Galia; que por su cuenta
escasamente le quedan víveres para treinta días, bien que podrán
durar algunos más cercenando la ración.» Con estos encargos
despide la caballería sin ruido antes de medianoche por la parte que
aun no estaba cerrada con nuestro vallado; manda le traigan todo el
trigo, poniendo pena de la vida a los desobedientes; reparte por
cabeza las reses recogidas con abundancia por los mandubios; el pan
lo va distribuyendo poco a poco y por tasa. Todas las tropas
acampadas delante de la plaza las mete dentro. Tomadas estas
providencias, dispone aguardar los refuerzos de la Galia y proseguir
así la guerra.
LXXII. Informado César de estos proyectos por los desertores y
prisioneros, formó de esta suerte las líneas: Cavó un foso de veinte
pies de ancho con las márgenes aniveladas, de arte que el suelo
fuese igual en anchura al borde; todas las otras fortificaciones tirólas
a distancia de cuatrocientos píes de este foso, por razón de que
habiendo abarcado por necesidad tanto espacio, no siendo fácil poner
cordón de soldados en todas partes, quería evitar los ataques
improvisos o nocturnos del enemigo, y entre día los tiros contra los
soldados empleados en las obras. Después de este espacio
intermedio abrió don zanjas, anchas de quince pies y de igual de
altura; la interior llenó de agua, guiada del río por sitios llanos y
bajos. Tras éstas levantó el terraplén y estacada de doce pies,
guarnecida con su parapeto y almenas con grandes horquillas a
manera de asta de ciervo, sobresalientes entre las junturas de la
empalizada, para estorbar al enemigo la subida. Todo el terraplén
cercó de cubos, distantes entre sí ochenta pies.
LXXIII. Era forzoso a un tiempo ir a cortar madera, buscar trigo
y fabricar tan grandes obras, divididas las tropas, que tal vez se
alejaban demasiado de los reales; y los galos no perdían ocasión de
atajar nuestras labores, haciendo salidas de la plaza con gran furia
por varias puertas. Por lo cual a las obras dichas trató César de
añadir nuevos reparos, para poder cubrir las trincheras con menos
gente. Para esto, cortan troncos de árboles o ramas muy fuertes,
acepilladas y bien aguzadas las puntas, tirábanse fosas seguidas,
cuya hondura era de cinco pies. Aquí se hincaban aquellos leños, y
afianzados por el pie para que no pudiesen ser arrancados, sacaban
las puntas sobre las enramadas. Estaban colocados en cinco hileras,
tan unidos y enlazados entre sí, que quien allí entraba, él mismo se
clavaba con aquellos agudísimos espolones, a que daban el nombre
de cepos. Delante de éstos se cavaban unas hoyas puestas en forma
de ajedrez, al sesgo, su hondura de tres pies, que poco a poco se
iban estrechando hacia abajo. Aquí se metían estacas rollizas del
grueso del muslo, aguzadas y tostadas sus puntas de arriba, de modo
que no saliesen fuera del suelo más de cuatro dedos. Asimismo, a fin
de asegurarlas y que no se moviesen, cada pie desde el hondón se
calzaba con tierra, y para ocultar el ardid se tapaba la boca de la
hoya con mimbres y matas. Ocho eran las hileras de este género de
hoyas, distantes entre sí tres pies, que llamaban lirios por la
semejanza del tamaño de un pie, erizados con púas de hierro,
sembrados a trechos por todas partes, con el nombre de abrojos.
LXXIV. Concluidas estas cosas, siguiendo las veredas más
acomodadas que pudo según la calidad del terreno, abarcando
catorce millas, dio traza cómo se hiciesen otras fortificaciones
semejantes, vueltas a la otra banda contra les enemigos de fuera,
para que ni aun con mucha gente, si llegase el caso de su retirada,
pudiesen acordonar las guarniciones de las trincheras, y también
porque no se viesen obligados a salir de ellas con riesgo, manda que
todos hagan provisión de pan y heno para treinta días.
LXXV. Mientras iban así las cosas en Alesia, los galos, en una
junta de grandes, determinan, no lo que pretendía Vercingetórige,
que todos los que fuesen de armas tomar se alistasen, sino que cada
nación contribuyese con cierto número de gente; temiendo que con la
confusión de tanta chusma, no les sería posible refrenar ni distinguir
a los suyos, ni hallar medio de abastecerse. A los eduos y a. sus
dependientes los segusianos, ambivaretos, aulercos branovices y
branovíos echan la cuota de treinta y cinco mil hombres; igual
número a los alvernos y a sus vasallos, que solían ser los eleuteros
de Caors, los gabalos y velaunos; a los sens, los sequanos, los de
Berri, del Santonge, de Rodes, de Chartres doce mil; a los beoveses
diez mil; otros tantos a los lemosines; cada ocho mil a los de Poitiers,
de Turs, París y helvios; a los de Soisons, a los amienses, los
metenses, los perigordenses, nervios, morinos, nitióbriges a cinco
mil; otros tantos a los aulercos de Maine; cuatro mil a los de Artois; a
los belocases, lisienses, eulercos eburones cada tres mil; a los
rauracos y boyos treinta mil; a seis mil a todas las merindades de la
costa del Océano, llamadas en su lenguaje armóricas, a que
pertenecen los cornuaille, de Renes, los ambibaros, caletes, osismios,
vaneses y únelos. De éstos los beoveses sólo rehusaron contribuir
con su cuota, diciendo querían hacer la guerra a los romanos por sí y
como les pareciese, sin dependencia de nadie; no obstante, a ruego
de Comió y por su amistad, enviaron dos mil hombres.
LXXVI. Este Comió es el mismo que los años pasados hizo fieles
e importantes servicios a César en Bretaña; por cuyos méritos habían
declarado libre a su república, restituídole sus fueros y leyes,
sujetando a su jurisdicción los morinos. Pero fue tan universal la
conspiración de toda la Galia en orden a defender su libertad y
recuperar su primera gloria militar, que ninguna fuerza les hacían ni
los beneficios recibidos ni las obligaciones de amigos, sino que todos,
con todo su corazón y con todas sus fuerzas, se armaban para esta
guerra, en que se contaban ocho mil caballos y cerca de doscientos
cuarenta mil infantes. Hacíase la masa del ejército y la revista
general en las fronteras de los eduos; nombrábanse capitanes; fíase
todo el peso del gobierno a Comió el de Artois, a los eduos Virdomaro
y Eporedórige, a Vergasilauno Alverno, primo de Vercingetórige,
dándoles por consejeros varones escogidos de todos los Estados.
Alborozados todos y llenos de confianza, van camino de Alesia. Ni
había entre todos uno solo que pensase hallar quien se atreviese a
sufrir ni aun la vista de tan numeroso ejército y más estando entre
dos fuegos: de la plaza con las salidas; de fuera con el terror de
tantas tropas de a caballo y de a pie.
LXXVII. Pero los sitiados de Alesia, pasado el plazo en que
aguardaban el socorro, consumidos todos los víveres, ignorantes de
lo que se trataba en los eduos, juntándose a consejo, consultaban
acerca del remedio de sus desventuras. Entre los varios partidos
propuestos, inclinándose unos a la entrega, otros a una salida
mientras se hallaban con fuerzas, no me pareció pasar en silencio el
que promovió Critoñato por su inaudita y bárbara crueldad. Éste,
nacido en Albernia de nobilísimo linaje y tenido por hombre de grande
autoridad: «Ni tomar quiero en boca, dice, el parecer de aquellos que
llaman entrega la más infame servidumbre; estos tales para mí no
son ciudadanos ni deben ser admitidos a consejo. Hablo sí con los
que aconsejan la salida; cuyo dictamen a juicio de todos vosotros
parece más conforme a la hidalguía de nuestro valor heredado. Mas
yo no tengo por valor sino por flaqueza el no poder sufrir un tanto la
carestía. Más fácil es hallar quien se ofrezca de grado a la muerte que
quien sufra con paciencia el dolor. Yo por mí aceptaría este partido
por lo mucho que aprecio la honra, si viese que sólo se arriesga en él
nuestra vida, pero antes de resolvernos, volvamos los ojos a la Galia,
la cual tenemos toda empeñada en nuestro socorro. ¿Cuál, si pensáis,
será la consternación de nuestros allegados y parientes al ver
tendidos en tierra ochenta mil ciudadanos, y haber por fuerza de
pelear entre sus mismos cadáveres? No queráis, os ruego, privar del
auxilio de vuestro brazo a los que por salvar vuestras vidas han
aventurado las suyas, ni arruinar a toda la Galia condenándola a
perpetua esclavitud por vuestra inconsideración y temeridad, o mejor
diré, por vuestra cobardía. ¿Acaso dudáis de su lealtad y firmeza
porque no han venido al plazo señalado? ¿Cómo? ¿Creéis que los
romanos se afanan tanto en hacer aquellas líneas de circunvalación
por mero entretenimiento? Si no podéis haber nuevas de ellos,
cerradas todas las vías, recibid de su próxima venida el anuncio de
los mismos enemigos, que con el temor de ser sobresaltados no
cesan de trabajar día y noche. Diréisme: pues, ¿qué aconsejas tú?
Que se haga lo que ya hicieron nuestros mayores en la guerra de los
cimbros y teutones, harto diferente de ésta; que sitiados y apretados
de semejante necesidad, sustentaron su vida con la carne de la gente
a su parecer inútil para la guerra, por no rendirse a los enemigos.
Aunque no tuviéramos ejemplo de esto, yo juzgaría cosa muy loable
el darlo por amor de la libertad para imitación de los venideros. Y
¿qué tuvo que ver aquella guerra con ésta? Los cimbros, saqueada
toda la Galia y hechos grandes estragos, al fin salieron de nuestras
tierras y marcharon a otras, dejándonos nuestros fueros, leyes,
posesiones y libertad; mas los romanos, ¿qué otra cosa pretenden o
quieren, sino por envidia de nuestra gloria y superioridad
experimentada en las armas, usurparnos las heredades y
poblaciones, y sentenciarnos a eterna servidumbre, puesto que nunca
hicieron a otro precio la guerra? Y si ignoráis qué sucedió a las
naciones lejanas, ahí tenéis vecina la Galia, que convertida en
provincia suya, mudado el gobierno, sujeta a su tiranía, gime bajo el
yugo de perpetua servidumbre. »
LXXVIII. Tomados los votos, deciden «que los inútiles por sus
ajes o edad despejen la plaza, y que se pruebe todo primero que
seguir el consejo de Critoñato; pero a más no poder, si tarda el
socorro, se abrase, antes que admitir condición alguna de rendición o
de paz». Los mandubios, que los habían recibido en la ciudad, son
echados fuera con sus hijos y mujeres. Los cuales arrimados a las
trincheras de los romanos, deshechos en lágrimas, les pedían
rendidamente que les diesen un pedazo de pan y serían sus esclavos.
Mas César, poniendo guardias en la barrera, no quería darles cuartel.
LXXIX. Entre tanto Comió y los demás comandantes llegan con
todas sus tropas a la vista de Alesia, y ocupada la colina de afuera, se
acampan a media milla de nuestras fortificaciones. Al día siguiente,
sacando la caballería de los reales, cubren toda aquella vega, que,
como se ha dicho, tenía de largo tres millas, y colocan la infantería
detrás de este sitio en los recuestos. Las vistas de Alesia caían al
campo. Visto el socorro, búscanse unos a otros; danse mil
parabienes, rebosando todos de alegría. Salen, pues, armados de
punta en blanco, y plántanse delante de la plaza; llenan de zarzo y
tierra el foso inmediato, con que se disponen para el ataque y
cualquier otro trance.
LXXX. César, distribuido el ejército por las dos bandas de las
trincheras de suerte que cada cual en el lance pudiese conocer y
guardar su puesto, echa fuera la caballería con orden de acometer.
De todos los reales que ocupaban los cerros de toda aquella cordillera
se descubría el campo de batalla, y todos los soldados estaban en
grande expectación del suceso. Los galos habían entre los caballos
mezclado a trechos flecheros y volantes armados a la ligera, que los
protegiesen al retroceder y contuviesen el ímpetu de los nuestros. Por
estos tales heridos al improviso, varios se iban retirando del combate.
Con eso los galos, animados por la ventaja de los suyos y viendo a
los nuestros cargados de la muchedumbre, tanto los sitiados como las
tropas auxiliares con gritos y alaridos atizaban por todas partes el
coraje de los suyos. Como estaban a la vista de todos, que no se
podía encubrir acción alguna o bien o mal hecha, a los unos y a los
otros daba bríos no menos el amor de la gloria que el temor de la
ignominia. Continuándose la pelea desde mediodía hasta ponerse el
sol con la victoria en balanzas, los germanos, cerrados en pelotones
arremetieron de golpe y rechazaron a los enemigos, por cuya fuga los
flecheros fueron cercados y muertos. En tanto los nuestros
persiguiendo por las demás partes a los fugitivos hasta sus reales, no
les dieron lugar a rehacerse. Entonces los que habían salido fuera de
la plaza, perdida la esperanza de la victoria, se recogieron muy
mustios adentro.

miércoles, junio 7

alatriste

no es de la épocaq romana, pero es una peli histórica uqe tiene muy buena pinta. espero que no la jodan.

VIGGO... inmenso











lunes, junio 5

2-murena-32

32-1


32-2


32-3


indice

libro septimo. cap 7

LXI. Arribado allá, los batidores de los enemigos, distribuidos
como estaban por todas las orillas del río, fueron sorprendidos por los
nuestros a causa de una recia tempestad que se levantó de repente;
a la hora es transportada la infantería y la caballería mediante la
industria de los caballeros romanos escogidos para este efecto. Al
romper del día, casi a un tiempo vienen nuevas al enemigo de la
extraordinaria batahola que traían los romanos en su campo; que un
grueso escuadrón iba marchando río arriba; que allí mismo se sentía
estruendo de remos, y que poco más abajo transportaban en barcas
a los soldados. Con estas noticias, creyendo que las legiones pasaban
en tres divisiones, y que aturdidos todos con la sublevación de los
eduos se ponían en huida, dividieron también ellos sus tropas en tres
tercios; porque dejando uno de guardia enfrente de los reales, y
destacando hacia Meudon una partida pequeña que fuese siguiendo
paso a paso nuestras naves, el resto del ejército lleváronlo sobre
Labieno.
LXII. Al amanecer, ya los nuestros estaban desembarcados y se
divisaban las tropas enemigas. Labieno, después de haber exhortado
a los soldados «que se acordasen de su antiguo esfuerzo y de tantas
victorias ganadas, haciendo ahora cuenta que César, bajo cuya
conducta innumerables veces habían vencido a los enemigos, los
estaba mirando», da la señal de acometer. Al primer encuentro por el
ala derecha, donde la séptima legión peleaba, son derrotados y
ahuyentados los enemigos; por la izquierda, que cubría la legión
duodécima, cayendo en tierra las primeras filas de los enemigos
atravesados con los dardos, todavía los demás se defendían
vigorosamente, sin haber uno que diese señas de querer huir. El
mismo general de los enemigos, Camulogeno, acudía a todas partes
animando a los suyos. Mas estando aún suspensa la victoria, llegando
a saber los tribunos de la legión séptima la resistencia porfiada en el
ala izquierda, cogieron y cargaron a los enemigos por la espalda. Ni
tampoco entonces se movió ninguno de su puesto, sino que cogidos
todos en medio, fueron muertos, y con ellos también Camulogeno. El
cuerpo de observación apostado contra los reales de Labieno, a la
nueva el choque, corrió a socorrer a los suyos, y tomó un collado,
mas no pudo aguantar la carga cerrada de los vencedores. Con que
así mezclados en la fuga con los suyos, los que no se salvaron en las
selvas y montes, fueron degollados por la caballería. Concluida esta
acción, vuelve Labieno a la ciudad de Agendico, donde habían
quedado los bagajes de todo el ejército. Desde allí, con todas sus
tropas, vino a juntarse con César.
LXIII. Divulgado el levantamiento de los eduos, se aviva más la
guerra. Van y vienen embajadas por todas partes. Echan el resto de
su valimiento, autoridad y dinero en cohechar los Estados. Con el
suplicio de los rehenes, confiados a su custodia por César, aterran a
los indecisos. Ruegan los eduos a Vercingetórige se sirva venir a
tratar con ellos del plan de operaciones. Logrado esto, pretenden
para sí la superintendencia; puesto el negocio en litigio, convócanse
Cortes de toda la Galia en Bilbracte. Congréganse allí de todas partes
en gran número. La decisión se hace a pluralidad de votos. Todos, sin
faltar uno, quieren por general a Vercingetórige. No asistieron a la
junta los remenses, langreses, ni trevirenses; aquéllos, por razón de
su amistad con los romanos; los trevirenses, por vivir lejos y hallarse
infestados de los germanos, que fue la causa de no aparecer en toda
esta guerra y de mantenerse neutrales. Los eduos sienten en el alma
el haber perdido la soberanía; quéjanse del revés de la fortuna, y
ahora echan menos la benignidad de César para ellos; mas ya
empeñados en la guerra, no tienen valor para separarse de los
demás. Eporedórige y Virdomaro, mozos de grandes esperanzas, se
sujetan de mala baña a Vercingetórige.
LXIV. Éste exige rehenes de los demás pueblos, señalándoles
plazo. Manda que le acudan luego todos los soldados de a caballo
hasta el número de quince mil, diciendo que se contentaría con la
infantería que hasta entonces había tenido; que no pensaba
aventurarse ni dar batalla, sino estorbar a los romanos las salidas a
las mieses y pastos, cosa muy fácil teniendo tanta caballería; sólo con
que tengan ellos mismos por bien malear sus granos y quemar las
caserías, a trueque de conseguir para siempre, con el menoscabo de
sus haciendas, el imperio y la independencia. Determinadas estas
cosas, da orden a los eduos y segusianos, que confinan con la
Provenza, de aprontar diez mil infantes y a más de ochocientos
caballos. Dales por capitán un hermano de Eporedórige, y le manda
romper por los alóbroges. Por otra parte envía los gabalos y los
albernos de los contornos contra los helvios, como los de Ruerga y
Cuerci contra los volcas arecómicos. En medio de esto no pierde
ocasión de ganar ocultamente con emisarios y mensajes a los
alóbroges, cuyos ánimos sospechaba estar aún resentidos por la
guerra precedente. A los grandes promete dinero, y a la república el
señorío de toda la provincia.
LXV. Para prevenir todos estos lances estaban alerta veintidós
cohortes, que formadas de las milicias, el legado Lucio César tenía
distribuidos por todas partes. Los helvios, adelantándose a pelear con
los pueblos comarcanos, son batidos; y muerto con otros muchos el
príncipe de aquel Estado, Cayo Valerio Donatauro, hijo de Caburo, se
ven forzados a encerrarse dentro de sus fortalezas. Los alóbroges,
poniendo guardias a trechos en los pasos del Ródano, defienden con
gran solicitud y diligencia sus fronteras. César, reconociendo
superioridad de la caballería enemiga, y que por estar tomados todos
los caminos ningún socorro podía esperar de la Provenza y de Italia,
procúralos en Germania de aquellas naciones con quien los años atrás
había sentado paces, pidiéndoles soldados de a caballo con los
peones ligeros, hechos a pelear entre ellos. Llegados que fueron, por
no ser castizos sus caballos, toma otros de los tribunos, de los demás
caballeros romanos, y de los soldados veteranos, y los reparte entre
los germanos.
LXVI. En este entre tanto se unen las tropas de los enemigos
venidos de los alvernos con la caballería que se mandó aprontar a
toda Galia. Junto este grueso cuerpo, Vercingetórige, al pasar César
por las fronteras de Langres a los sequenos, para estar más a mano
de poder cubrir la Provenza, se acampó como a diez millas de los
romanos en tres divisiones, y llamando a consejo a los jefes de
caballería: «venido es, les dice, ya el tiempo de la victoria. Los
romanos van huyendo a la Provenza y desamparan la Galia; si esto
nos basta para quedar libres por ahora, no alcanza para vivir en paz y
sosiego en adelante, pues volverán con mayores fuerzas, ni jamás
cesarán de inquietarnos. Ésta es la mejor ocasión de cerrar con ellos
en la faena de la marcha. Que si la infantería sale a la defensa y en
ella se ocupa, no pueden proseguir el viaje; si tiran, lo que parece
más cierto, a salvar sus vidas, abandonando el bagaje, quedarán
privados de las cosas más necesarias, y sin honra. Pues de la
caballería enemiga, ninguno aun de nosotros duda que no habrá un
solo jinete que ose dar paso fuera de las filas. Para más animarlos les
promete tener ordenadas sus tropas delante de los reales, y poner así
espanto a los enemigos. Los caballeros, aplaudiéndole, añaden, que
deben todos juramentarse solemnísimamente a no dar acogida, ni
permitir que jamás vea sus hijos, sus padres, su esposa, quien no
atravesase dos veces a caballo por las filas de los enemigos».
LXVII. Aprobada la propuesta, y obligados todos a jurar en esta
forma, el día inmediato, dividida la caballería en tres cuerpos, dos se
presentan a los dos flancos, y el tercero por el frente comenzó a
cortar el paso. Al primer aviso César da también orden que su
caballería en tres divisiones avance contra el enemigo. Empiézase un
combate general; detiénese la marcha, y se recoge el bagaje en
medio de las legiones. Dondequiera que los nuestros iban de caído o
se veían más acosados, César estaba encima, revolviendo allá todas
sus fuerzas. Con eso cejaban los enemigos, y con la esperanza del
refuerzo se rehacían los nuestros. Al cabo los germanos por la banda
derecha, ganando un repecho, derrocan a los enemigos, y echan tras
dios, matan a muchos hasta el río, donde acampaba Vercingetórige
con la infantería. Lo cual visto, los demás temiendo ser cogidos en
medio, huyen de rota batida, y es general el estrago. Tres de los
eduos más nobles son presentados a César: Coto, general de la
caballería, el competidor de Convictolitan en la última creación de
magistrados; Cavadlo, que después de la rebelión de Litavico
mandaba la infantería; y Eporedórige, que antes de la venida de
César fue caudillo en la guerra de los eduos con los saqueaos.
LXVIII. Desbaratada toda la caballería, Vercingetórige recogió
sus tropas según las tenía ordenadas delante los reales; y sin
detención tomó la vía de Alesia, plaza fuerte de los mandubios,
mandado alzar luego los bagajes y conducirlos tras sí. César, puestos
a recaudo los suyos en collado cercano con la escolta de dos legiones,
siguiendo el alcance cuanto dio de sí el día, muertos al pie de tres mil
hombres de la retaguardia enemiga, al otro día sentó sus reales cerca
de Alesia. Reconocida la situación de la ciudad, y amedrentados los
enemigos con la derrota de la caballería, en que ponían su mayor
confianza; alentando los soldados al trabajo, empezó a delinear el
cerco fornal de Alesia.
LXIX. Estaba esta ciudad fundada en la cumbre de un monte
muy elevado, por manera que parecía inexpugnable sino por bloqueo.
Dos ríos por dos lados bañaban el pie de la montaña. Delante la
ciudad se tendía una llanura casi de tres millas a lo largo. Por todas
las demás partes la ceñían de trecho en trecho varias colinas de igual
altura. Debajo del muro toda la parte oriental del monte estaba
cubierta de tropas de los galos, defendidos de un foso y de una cerca
de seis pies en alto. Las trincheras trazadas por los romanos
ocupaban once millas de ámbito. Los alojamientos estaban dispuestos
en lugares convenientes, fortificados con veintitrés baluartes, donde
nunca faltaban entre día cuerpos de guardia contra cualquier asalto
repentino; por la noche se aseguraba con centinelas y buenas
guarniciones.
LXX. Comenzada la obra, trábanse los caballos en aquel valle
que por entre las colinas se alargaba tres millas, según queda dicho.
Pelease con sumo esfuerzo de una y otra parte. Apretados los
nuestros, César destaca en su ayuda a los germanos, y pone delante
de los reales las legiones, para impedir toda súbita irrupción de la
infantería contraria. Con el socorro de las legiones se aviva el coraje
de los nuestros. Los enemigos, huyendo a todo huir, se atropellan
unos a otros por la muchedumbre y quédanse hacinados a las
puertas, demasiado angostas. Tanto más los aguijan los germanos
hasta las fortificaciones. Hácese gran riza. Algunos, apeándose,
tientan a saltar el foso y la cerca. César manda dar un avance a las
legiones apostadas delante los reales. No es menor entonces la
turbación de los galos que dentro de las fortificaciones estaban.
Creyendo que venían derechos a ellos, todos se alarman. Azorados
algunos entran de tropel en la plaza. Vercingetórige manda cerrar las
puertas, porque no queden sin defensa los reales. Muertos muchos y
cogidos buen número de caballos, los germanos retíranse al campo.

domingo, junio 4

ELIGE CANTABRIA

No me acordaba lo que pesa lapuñetera armadura, me duelen los hombros un huevo...
En fin. Que ayer estuvimos en la feria elige cantabria representando a los corrales de buelna y a las guerras cantabras...

El sitio estaba abarrotado, y le dimos un poco de color, aunque ver a un legionario de 2 metros, llama mucho la atención. (Y ESO QUE NO LLEVE EL PLUMERO)...

Lo siento por los RUMBEROS pero ya no aguantaba más el peso... y mucho menos aguantar hasta las 21:30....

Me gustaría haber llevado la cámara, espero que me pase alguien alguna foto...

UN SALUDO...

viernes, junio 2

GAUGAMELA

Para entrar en Junio, voy a poner 2 vídeos, en inglés sobre la batalla de Gaugamela.

La primera parte, es la arenga de alejandro a sus falanges (a lo rey theoden... ya sabeis eorlingas, hasta el infinito... etc, etc...) y el segundo video es la batalla en sí...

No se ve muy bien en general, porque hay mucha arena... Es que como se lucha en desierto.

Estoy encantado con el programa YouTube, por que la gente lo ve mejor que el de google.

Hay van.





Lo que me flipa de estos videos, so las formaciones de las falanges y la vista aerea con todo el frente formado.

Una cosa, en el momento que rompieses la línea, acabarías fácilmente con el ejercito, por que además las falanges eran muy poco flexibles. Lo dificil es romper la línea, es verdad.