jueves, diciembre 22

JULIO CESAR. LA GUERRA DE LAS GALIAS

UNA VEZ TERMINADA LA HISTORIA DEL IMPERIO, EMPEZAMOS LA HISTORIA DE LA GUERRA DE LAS GALIAS CONTADA POR JULIO CESAR... EMPEZAMOS CON LA INTRODUCCIÓN

JULIO CÉSAR, HISTORIADOR DE SÍ MISMO
Cayo Julio César, que es uno de los tres más grandes capitanes
de la Historia con Alejandro Magno y con Napoleón, es también uno
de los tres más considerables historiadores latinos, con Cayo Crispo
Salustio y con Tito Livio, formando el ejemplar triunvirato del período
clásico por excelencia, período verdaderamente «áureo» de las letras
latinas. Y Julio César es todo esto, tiene tal significación,
precisamente como historiador de sí mismo, narrador de sus propias
hazañas guerreras y de su política.
Había en él, además de un excepcional militar y un no menos
extraordinario estadista y gobernante, un admirable literato, más
plural o polifacético de lo que, por lo común, suele saberse; un
literato al que, por haberse perdido varias de sus obras ajenas al
género histórico, no podemos juzgar en su integridad y de modo
directo, pero sin duda no muy inferior al historiador en el cultivo de
otras manifestaciones literarias, distintas a lo histórico; un literato, en
fin, autor del poema El viaje, de la tragedia Edipo y de otras
creaciones poéticas, del Anti-Catón, de una astronomía De astris y de
un tratado acerca de los augures y los auspicios.
Con todo, le bastan sus obras de carácter histórico, sobre la
historia que él mismo vivió e hizo, protagonizándola, para que le
juzguemos conforme se dice al principio de estas líneas; obras
evidentemente originales, redactadas sin asistencia de persona
alguna, en las que, lejos de imitar, se haría digno de imitación,
afirmando notables cualidades y condiciones de historiador, de
maestro de la historia narrativa. Sobrio y preciso, claro y metódico,
brillante y colorista sin alardes, de acuerdo con la austeridad y la
severidad propias del género en sus más dignas concepciones..., así
es Julio César, historiador de sí mismo.
Cayo Julio César, nacido en Roma el 12 de julio del año -100,
perteneció a una de las familias más distinguidas de Roma, habiendo
desde sus primeros años manifestado una inteligencia y una
elevación de ánimo en las que se preanunciaba su futura grandeza. A
los trece años, fue nombrado sacerdote de Júpiter, y a los dieciocho,
contrajo matrimonio con Cornelia, hija de Cinna, dando con esta
ocasión una prueba de la firmeza de su carácter, al oponerse a la
orden de Sila, entonces dueño absoluto de Roma, de que repudiase a
su esposa. Más adelante se trasladó a Asia, incorporado al ejército,
destacándose allí, por su heroico comportamiento, en el sitio de
Mitilene.
Regresó a Roma a la muerte de Sila y de allí pasó, poco
después, a Rodas, a fin de perfeccionarse en la elocuencia, volviendo
a Roma en el año -74. Entonces dio comienzo a su vida política,
poniéndose al frente del partido popular, contra el Senado y los
patricios, sostenidos a la sazón por Pompeyo. No tardó, por su
habilidad y su elocuencia, en verse convertido en el ídolo de las
multitudes, alcanzando, con su favor, los más altos cargos del
Estado. En el -67, fue cuestor; edil, en el -65; pontífice máximo, en el
-63, y nuevamente cuestor, en el -62. Fue acusado de haber tomado
parte en la conspiración de Catilina, pero supo defenderse con tal
habilidad que salió del tribunal aclamado por el pueblo y paseado en
triunfo por las calles de Roma.
A crecido con ello su poder, obtuvo en el año -61 el gobierno de
la España Ulterior, donde mostró una vez más sus grandes dotes para
el mando y para la política. Regresó de España vencedor, reclamado
en Roma por los acontecimientos, y por la inestabilidad política,
provocada por Pompeyo y los enemigos de este general, que hacía
presagiar graves males para la República. Llegado a Roma, se atrajo
César de nuevo el favor del pueblo, por haber renunciado al triunfo
que se le debía. Se afanó entonces para conseguir un acuerdo con
Pompeyo y con Craso, lográndolo al fin, y quedando de este modo
constituido el Primer Triunvirato.
Al año siguiente, César se hacía nombrar cónsul y antes de
expirar el término de su consulado conseguía su nombramiento de
gobernador de la Galia, donde una invasión de los germanos le
ofrecía entonces la magnífica ocasión que esperaba para aumentar
aún su gloria y su poder.
La historia de sus luchas en la Galia constituye el tema de La
guerra de las Galias, que ofrecemos hoy a nuestros lectores. Siete de
los ocho libros que componen esta obra se consideran como escritos
por el propio César. Por la claridad y maravillosa sencillez de su
estilo, se coloca su autor entre los primeros escritores de su tiempo;
el octavo lo escribió Aulo Hircio, uno de sus generales, al parecer
sobre notas dejadas por el propio César, y en el que se esfuerza por
imitar a su jefe. Sigue luego, en el volumen próximo, La Guerra Civil,
escrita también por César y en la que se narran los acontecimientos
de aquel período agitado de la historia de Roma, con el triunfo final
de César.
Tras ésta, también en el volumen próximo, ofreceremos al
público La guerra de Alejandría, que se atribuye así mismo a Aulo
Hircio, y los comentarios de la Guerra de África y Guerra de España,
que completan la serie de estos libros. Se ignora quiénes son los
autores de estos últimos, y su mérito literario es muy inferior a los
del propio Hircio; pero, siguiendo con esto el criterio adoptado en la
mayoría de las ediciones extranjeras, hemos querido ofrecer al
público el relato completo de las campañas en que tomó parte César,
hasta el exterminio de los últimos partidarios de Pompeyo, con su
hijo, que refugiados en África y España, le ofrecían aún resistencia.
Para el período de la vida de César que va desde aquí hasta su
muerte, remitimos al lector, ya sea a la Vida de César, que figura en
Los doce Césares de Suetonio (volumen 7 de esta colección), ya a la
del propio general, en las Vidas paralelas de Plutarco (que serán
publicadas en nuestra colección en números posteriores).
En cuanto a la traducción, hemos adoptado la que el señor
Goya Muniáin hizo de La guerra de las Galias, y la de don Manuel
Balbuena, para el resto de los libros, por ser consideradas ambas
como las mejores que existen en castellano. No obstante, ambos
textos han sido revisados y corregidos en algunos detalles, de
acuerdo con las mejores ediciones extranjeras.
La guerra de las Galias (Bellum Gallicum), principalmente, ha
sido reiteradamente vertida en varios idiomas, y desde luego al
castellano, en repetidas ocasiones, pero nunca, bien puede afirmarse,
como lo hizo don José Goya a finales del siglo último. Y puestos a
mencionar las mejores traducciones de esta obra (la cual viene
imprimiéndose constantemente, ya en latín, ya vertida a otras
lenguas, desde el año 1469), es obligado citarla, prescindiéndose del
interés que pudiera suponer el ser la dada aquí, en esta colección,
por nosotros.
Por otra parte, sin anotar otras de menos importancia,
citaremos las ediciones críticas, del Bellum Gallicum y del Bellum
civile, de A. Kloz (Leipzig, 1921-27); F. Ramorino (Turín, 1902-03);
L. A. Constans (París, 1926); P. Favre (París, 1936); R. Schneider
(Berlín, 1888); E. Wolffin y A. Miodonsky (Leipzig, 1889)...

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