miércoles, diciembre 21

cap 3 y 4 de ROMA

Ayer si que pude ver los dos episodios de Roma. Y eso que teníamos enfrente a Los Serrano.

En mi opinión no hay color, y prefiero la historia y las intrigas romanas a los de Santa Justa... (los serRano no dan ya más de sí)

. ARRIBA TENGO EL ENLACE PARA SU PÁGINA EN CUATRO.

Que nos contaban ayer.

Los pompeyanos y senadores se acojonan de la movilidad de César y salen por patas.

Resulta que Lucio y Tito se encuentran con el tesoro capitalino.

César entra en roma y a diferencia de Sila no instaura el reino de terror que esperan los senadores.

César consigue el tesoro capitalino.

Los senadores quieren regresar a Roma. Pompeyo y Catón, no.

Que pasará a partir de ahora...

siempre puedes leer un poco la historia...

10. César
La Segunda Guerra Civil
Egipto


en nuestro Blog

la sinopsis de los 4 episodios:


EPISODIO 1
El aguila robada


Emitido el martes 13 de diciembre de 2005

Sinopsis

En el año 52 antes de Cristo, después de ocho años de guerra, Julio César ha puesto fin a la sangrienta conquista de La Galia. Justo cuando está preparando la celebración de su victoria y la vuelta a Roma con su ejército, recibe la noticia de que su hija Julia ha muerto al dar a luz. Desconsolado, intenta ayudar a Pompeyo El Grande, su hijo político, para que encuentre una nueva esposa.

En Roma, Atia, la calculadora sobrina de César, y Servilia, madre de Bruto y ex amante de César, esperan ansiosas su vuelta, mientras la clase dominante teme que este regreso suponga una amenaza para la clase dirigente, los Patricios. Ahora, en el año 52 antes de Cristo, cuatrocientos años después de la fundación de La República, Roma es la ciudad más rica del mundo, una metrópoli con un millón de habitantes y el epicentro de un imperio en alza. La República había sido fundada a partir del los principios del poder compartido y la competición personal, sin dejar nunca que un solo hombre concentrase todo el poder en su persona. Pero ahora esos principios se tambalean por culpa de la corrupción y el exceso. La clase dominante se ha vuelto muy poderosa y hay un gran abismo que separa a las clases sociales.

El poder se concentra en el Senado, en la persona de Pompeyo Magno, al que Cato, Cicero, Scipio y otros senadores intentan convencer de que renuncie a César, por miedo a que su vuelta triunfal y su popularidad entre las masas reste poder a Pompeyo. Éste se debate entre su deseo de mantener el poder (es un plebeyo provinciano convertido en un amado héroe nacional), o su larga amistad con César, el padre de su recientemente fallecida esposa. Atia decide entonces encargarse de aliviar el dolor de Pompeyo ofreciéndole a su hija, Octavia como esposa, a pesar de que la joven está profundamente enamorada de su actual marido, un plebeyo. Con la intención de jugar en ambos bandos, Atia también le envía a César un regalo a través de su hijo de once años, Octavio, que tendrá que realizar un peligroso viaje para llevarle a César un majestuoso caballo blanco.

Mientras, el águila dorada, símbolo del poder del ejército, ha sido robada. Marco Antonio, comandante del ejército y primo de César, envía a dos soldados a buscarla. A pesar de sus diferencias (Lucio Voreno es un honorable y pragmático centurión y Tito Pullo es un arrogante y rebelde legionario) ambos forman un buen equipo y no sólo recuperarán el estandarte, sino que conseguirán la cabeza del ladrón, uno de los hombres de Pompeyo El Grande. La guerra ha comenzado...

EPISODIO 2
Cómo Tito Pullo derribó La República


Emitido el martes 13 de diciembre de 2005

Sinopsis

Tras nombrar a Marco Antonio Tribuno de la Plebe, César lo manda a Roma para que llegue a un acuerdo con el Senado. Le acompañan el joven Octavio y sus liberadores, Voreno y Pullo. El nuevo “protector del pueblo” es aclamado cuando entra en la ciudad y la multitud se agolpa a su alrededor para coger las monedas que él arroja. Voreno y Pullo regresan, por fin, a sus respectivos hogares.

Voreno se va a buscar a su familia, mientras que Pullo decide irse a un burdel. Pero las cosas no les salen del todo bien: cuando el primero ve a su mujer, Niobe, ella lleva en sus brazos a un niño, y Voreno monta en cólera. Ella, tambaleándose por el shock de ver a su marido vivo, consigue defenderse. “¡Este bebé es tu nieto!”, dice indignada, antes de llevarle ante sus dos hijas, de trece y ocho años, que retroceden al ver a un desconocido. En cuanto a Pullo, el regreso a casa tampoco ha sido del todo triunfal. Se mete en un bar de ex gladiadores, en lo más profundo del territorio de Pompeyo, y allí pierde todo su dinero jugando; cuando descubre que su oponente ha hecho trampas, le clava su espada en la garganta.

A pesar de estar gravemente herido, se las arregla para llegar a casa de Voreno después de que el Senado desestime la posibilidad de una vuelta heroica de César a Roma, ante el temor de que intente gobernar de forma despótica. Marco Antonio se entera de que Pompeyo ha hecho un borrador de un ultimátum que le quita el poder al General. Ofendido, como César había esperado, Pompeyo explica que sólo está interesado en la dimisión y destierro del General, castigo por “fomentar la tiranía” y por embarcarse en una guerra ilegal, robo, asesinato y traición”, como dice Cato, acusando fieramente a César. “Y cuál será tu castigo, Pompeyo?”, responde Marco Antonio. “Por traicionar a un amigo, abandonar la causa del pueblo, por aliarte con esos que se hacen llamar nobles?”

Pompeyo prepara el ultimátum para desmontar a César, o al menos declararlo enemigo del Senado y del pueblo de Roma. Temeroso de que la guerra se declare, Cicerón se niega a aprobarlo. Pompeyo le responde con una amenaza: si no le apoya, se llevará a las legiones a Hispania, dejándole indefenso, aunque esto signifique dejar la ciudad en manos de César. Una vez en el Senado, Cicerón, a regañadientes, apoya la moción de Pompeyo, y sus numerosos seguidores también lo hacen, a pesar de las tentativas de algunos seguidores de César para no hacerlo. Los senadores se alborotan y responden gritando como locos.

Fuera, la multitud comienza a corear el nombre de César, hasta abrirse paso a través de las puertas del Senado. Aturdido por el caos, Marco Antonio se queda paralizado. Cicerón le insta a que haga algo cuando se da cuenta de lo que ha provocado: “¡Lévántate! ¡Veta la moción!” Cuando lo hace, todo el Senado se enzarza en una pelea y nadie oye el veto de Marco Antonio. Al terminar la pelea, Pompeyo da a conocer su estrategia: a Marco Antonio debe serle permitido vetar la moción en la siguiente sesión, para que César no sea declarado traidor, y no tiene otra opción más que oponerse a él, abiertamente, en una guerra civil.

Cuando Marco Antonio se disponía a negociar con Pompeyo y el Senado, Pullo es atacado por un hombre, en venganza por lo sucedido en la partida de dados; pero el ataque se considera un intento de asesinato contra Marco Antonio y el inicio de la guerra. Los sucesos llegan a oídos de César, éste prepara a sus soldados: “He sido declarado enemigo de Roma… Ellos han declarado, además, que todos vosotros sois criminales… Hemos logrado que grandes naciones se arrodillen ante nosotros, que los reyes se conviertan en nuestros esclavos para servir a Roma. ¿Y consideran esto un crimen?” Marco Antonio y sus hombres, totalmente ensangrentados, llegan poco después al campamento de César; Voreno está todavía inconsciente y César aprovecha la ocasión para provocar a sus hombres. “¡Nuestra querida República está en manos de unos locos! La República se derrumba por culpa de la tiranía y el caos”.

EPISODIO 3
Una lechuza en un arbusto espinoso


Emitido el martes 20 de diciembre de 2005

Sinopsis

A treinta millas de Roma, César envía a Voreno, Pullo y otros soldados de la caballería Nubia a una misión de reconocimiento, con la orden de avanzar sólo hasta que encuentren resistencia. “No habrá violaciones, saqueos ni incendios”, dice, y le entrega un pregón a Voreno para que lo pronuncie ante los ciudadanos de Roma.

En Roma, por la noche, un hombre vestido con un delantal de carnicero entra en la casa de Voreno. Niobe se asusta. “Tengo que ver a mi hijo”, dice mientras observa al niño que está en la cuna. Desesperada, Niobe le pide a gritos que se vaya, pero al instante se rinde cuando él la besa. “Nunca te he querido”, le dice a punto de llorar. “Pensé que Voreno había muerto… Y tú te aprovechaste de eso”. Cuando él se niega a irse de la casa, Niobe le amenaza con un cuchillo. “Si no aceptas mi amor, entonces mátame”, dice él. Niobe no puede evitarlo y cede de nuevo. En ese momento aparece su hija mayor, Vorena, y el hombre se va. La joven suplica a su madre que le cuente la verdad a Voreno. “Tú pensabas que estaba muerto. ¡Papá lo entenderá!”. Pero Niobe es tajante: “Nos matará a los tres. ¡No digas ni una palabra!”.

Cada vez más cerca de la ciudad, Voreno, Pullo y su caballería se encuentran con una tropa de nuevos reclutas de Pompeyo, que bloquean el paso a Roma. Pullo no hace caso a las órdenes de Voreno y se adelanta con su espada en alto, seguido por un grupo de soldados. El pánico se extiende entre los jóvenes soldados de Pompeyo, que se dan la vuelta y huyen. Más tarde, cuando un mensajero le informa de lo ocurrido, Pompeyo se sorprende al saber que los hombres de César han avanzado con tanta rapidez. Pompeyo, convencido de que César atacará Roma directamente, le dice a Cicero y a Cato que no tiene los hombres necesarios para defender Roma, y que deben realizar una retirada táctica hacia el sur. “Puedo reunir a mis legiones allí… y después volver a tomar la ciudad”. Cato, enfurecido, le dice: “¡Has perdido Roma y tan siquiera has desenvainado tu espada!”.

Pompeyo emite una orden a los ciudadanos de Roma: todos los nobles y caballeros deben abandonar la ciudad, y cualquiera que decida quedarse y ayudar a los traidores, será considerado enemigo de Roma. Esta orden obliga a las familias patricias a posicionarse en uno de los bandos. Bruto decide entonces huir. “César es mi amigo más querido, pero lo que está haciendo… La República es más importante que cualquier amistad”, argumenta. Y cuando su madre, Servilia, decide esperar a que César regrese, su hijo le dice: “Te estás dejando llevar por un deseo insatisfecho. Búscate un buen esclavo en el mercado y termina con esta sinrazón”. Atia teme que la fortuna de su familia corra peligro y encarga a su mercenario, Timon, que vele por la seguridad de ésta.

Cuando Octavia se escapa para verse con su marido por última vez, antes de que éste se vaya al exilio, Atia ya se ha encargado de matarlo. Mientras se preparan para abandonar la ciudad, la nueva esposa de Pompeyo intenta que éste entre en razón y le recuerda que debe ocuparse de cuidar su tesoro, el oro que necesitará para alimentar y pagar a sus legiones. Pompeyo, distraído, envía a Durio, su ayudante, a que vigile el oro, cargando su cámara acorazada en un vagón. De camino a la ciudad, Durio es apuñalado por uno de sus empleados, Appius, que desvía el trayecto del vagón. A las puertas de Roma, Appius y sus socios se topan con Pullo y Voreno, que sospechan de las sandalias de los soldados. Una batalla sangrienta se produce mientras los nubios intentan matar a los vigilantes del vagón, pero Appius ya se ha escapado en su caballo.

Destinados a llevar a cabo su misión, los hombres de César abandonan el vagón para seguir con su entrada en Roma. Voreno está desconcertado al encontrar la ciudad abandonada e indefensa. “Los soldados de La República no huyen de esta manera… Debe de haber sido una estrategia, una trampa”. Fiel a César, desenrolla el pergamino éste le ha dado y comienza a leerlo en voz alta: “Ciudadanos, he vuelto a Italia con la única intención de reivindicar mi derechos legales y morales. No deseo tener poderes que estén en contra de la ley…” Desconcertado por estas palabras, Voreno se despoja de su uniforme de soldado y le anuncia a Pullo que abandona el ejército de César. “Ya he pecado bastante”. Pullo no consigue convencerlo y cada uno se va a su casa.

De camino, atravesando las calles desiertas, Voreno se para en el santuario de Venus y reza para que su esposa siga amándole. Cuando por fin se encuentra con ella, le suplica perdón, prometiéndole alejarse si ella así lo desea. Invadida por las lágrimas, Niobe empieza a confesar hasta perder la compostura. Voreno la coge en sus brazos. “El pasado ya pasó. ¿Comenzamos de nuevo?” Pullo encuentra el oro de Pompeyo en el vagón. Allí se encuentra, encadenada, una joven esclava, Irene. Pullo la libera y se la lleva en el vagón. En esos momentos, César y la Decimotercera se acercan a su destino, ansiosos por llegar a Roma.


EPISODIO 4
Robando a Saturno


Emitido el martes 20 de diciembre de 2005

Sinopsis

“Y aquí estamos, refugiados en nuestro propio país”, dice Cicero a Pompeyo y a sus seguidores, mientras se asientan en su campamento provisional en el sur de Roma. “No somos refugiados”, responde Pompeyo con dureza, y explica su estrategia a sus hombres: “Sin oro, César tendrá que recurrir a la violencia, y una vez que la sangre empiece a correr, el pueblo querrá vengarse de él. Mientras él se dedica a enfrentarse a la multitud, yo estaré reuniendo un ejército como él nunca ha visto!”.

Evidentemente, aún está por resolver la incógnita de quién tiene el oro perdido. Quinto Pompeyo, que es como su padre pero con cara de ardilla, ha llegado de Brindisi para ayudar a encontrarlo. Además de haber conseguido sacarles la verdad a los traidores, le revela a su padre la información que tanto ha esperado: el tesoro no ha caído en manos de César. Éste ya ha vuelto a la ciudad y ha asumido el mando, estableciendo la ley marcial para controlar la anarquía que ha dejado su rival. Su primera misión es ganarse el apoyo de los sacerdotes y pide que los augurios sean interpretados de tal manera que el pueblo de Roma entienda que los dioses están de su parte.

A pesar de la tranquilidad que se respira en la ciudad, Lucio Voreno está ansioso por empezar una nueva vida como comerciante, y organiza una fiesta para conseguir socios. Pretende importar bienes desde La Galia (esclavos, trufas y vino) y para ello debe hacer migas con los hombres de negocios del lugar. Mientras se prepara para recibir a sus invitados, Marco Antonio aparece sin avisar para hacerle entender a Voreno lo que supone dejar el ejército de César. “¡No soy un desertor! ¡He cumplido mi condena!”, insiste Voreno. “Una vez pasado el Rubicón, los romanos son ciudadanos, no soldados. Legalmente, no podría haber hecho otra cosa”. “Eres tan estúpido como un sacerdote”, le dice Marco Antonio, y poco después le hace una oferta: Si Voreno vuelve a la Decimotercera, será ascendido a prefecto de primer grado y compensado con una cuantiosa cantidad de dinero. Pero Voreno rechaza la oferta.

En la ciudad, Atia prepara la cena de bienvenida de César, todo un honor para ella. Parece que su única preocupación es que su hijo Octavio tiene el alma “claramente femenina”, además de una evidente falta de interés por el sexo. “Cuando mi abuelo tenía tu edad, ninguna niña esclava estaba a salvo”, alardea ella, y le obliga a comer testículos de cabra para potenciar su virilidad.

En la fiesta de Voreno aparece la hermana de Niobe, Lyde, que llega con Evander, el carnicero, el amante de Niobe y padre de su hijo pequeño. “Este es mi marido, Evander Pulchio”, dice Lyde, mientras presenta a su nervioso esposo a Voreno. Mientras va llegando el resto de los invitados, Voreno intenta, de forma torpe, dar un pequeño discurso, mientras el pequeño Lucio trata de tocar a Evander, que abraza al niño ante la mirada nerviosa de Niobe. Lyde termina su copa de vino y se pone a bailar con un joven; pero su marido intenta llevársela de la fiesta y ella monta una escena. Niobe teme que su marido se dé cuenta de lo que está pasando y amenaza a su hermana con un cuchillo. “¿Qué pretendes hacerme con un cuchillo si ya me has matado?”.

Mientras, en casa de Atia, César ha recibido calurosamente a sus invitados, asegurándose de no darles razones para que se arrepientan de ser amigos suyos. Atia es el centro de atención, pero la presencia de Servilia le preocupa: no quiere que nada ni nadie se interponga entre ella y su poderoso tío. En cambio, la esposa de César, Calpurnia, no parece preocuparle tanto. Es una mujer distante y formal, que cumple su papel de esposa digna y majestuosa. César y Marco Antonio le ofrecen al jefe Augur una cuantiosa suma de dinero como “regalo de cumpleaños” para su extravagante esposa. “Estará bajo tu tutela”, le agradece el sacerdote. “Pensar bien de mí será su única obligación”, responde César.

Cuando Voreno retoma sus deberes de anfitrión, recibe otra visita sorpresa. Esta vez es Quinto, el hijo de Pompeyo, con sus hombres, en busca del tesoro. Les asegura que no sabe nada, pero ellos le atacan. La pelea es interrumpida por una escandalosa multitud a las puertas de la casa de Voreno. Llevan a un hombre que arroja monedas a los mendigos de la calle. Se trata de Pullo. Los hombres de Quinto se abalanzan sobre él, pero Pullo arroja la bolsa llena de oro al aire, y los mendigos se apresuran a cogerla. Tras vencer a Quinto y a sus hombres, Pullo trama un plan para escaparse con el dinero a España. Voreno no se quedará con él: “Al amanecer todos sabrán lo que has hecho y dónde estás… Mi casa ha sido invadida y casi matan a mi mujer por tu culpa”. Con estas palabras, Voreno convence a Pullo para que entregue el oro a César, y espera que Quinto le recompense por esto.

Quinto regresa junto a su padre con una propuesta de tregua, a pesar de recelo de Marco Antonio y el joven Octavio, que sospecha que esa tregua separará a Pompeyo de sus hombres. Esta interpretación agrada a César, pero cuando se dispone a explicar su estrategia, sufre un ataque de epilepsia. Posca y Octavio, aterrorizados, intentan calmarlo y lo esconden hasta que se le pasa el ataque. Cuando César se recupera, aturdido, envía a Calpurnia a casa y se va directo a la habitación de Servilia.

Fuera de la ciudad, Pompeyo, una vez leída la propuesta de tregua de César, arruga el papel y no les dice nada a sus hombres. Cuando éstos se enteran de lo que César le ha propuesto (inmunidad legal, desarme de ambos bandos), Cicero, Scipio y Bruto le piden a Pompeyo que reconsidere la oferta. “¿Creéis que debo desarmarme? ¡Yo soy cónsul de Roma y él, un criminal!” Una vez en Roma, Pullo vuelve a casa de Voreno con el oro de César, pero allí se encuentra a Niobe y Evander, que están teniendo una angustiosa conversación. Mientras, Voreno está en alguna parte, postrándose ante el santuario de Jano y suplicándole perdón.

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