10. Los reinos germánicos
El visigodo Teodorico
Como Alarico, Ataúlfo aspiraba a ocupar una elevada posición dentro del Imperio Romano, pero consideró quimérico todo intento de reemplazarlo por un Imperio Godo. Marchó al sur de la Galia, donde halló un considerable botín, e impuso un alto precio por mantener al menos una paz razonable. Logró casarse con Gala Placidia, media hermana de Honorio. Esto lo introdujo en la familia real y le permitió conservar el sur de la Galia con una apariencia de legalidad.
En el ínterin, la corte imperial finalmente había hallado un reemplazante competente de Estilicón, un romano llamado Constancio. Era uno de los escasos no bárbaros de Occidente que podía desempeñarse con eficiencia al mando de tropas y hasta, en ocasiones, vencer.
Constancio pensó que el modo más económico de combatir a los invasores germánicos era lanzar a una tribu contra otra. Persuadió a Ataúlfo de que, como cuñado del Emperador y aliado de los romanos, debía conducir a los visigodos contra los invasores germánicos de España. Guiado, quizá, por la idea de obtener más botín y más poder, Ataúlfo, en efecto, llevó a su ejército godo a España. Fue asesinado en 415, pero su sucesor, Valia, prosiguió la guerra y destruyó casi totalmente a los alanos. Los suevos fueron acorralados en el ángulo noroccidental de España, y restos de los vándalos fueron empujados contra el mar, a la España meridional.
Los visigodos podían haber completado la tarea y limpiado totalmente España, pero el gran problema de usar a un enemigo contra otro es que una victoria demasiado completa de uno de ellos es peligrosa. La corte imperial no quiso que los visigodos fueran desproporcionadamente victoriosos y los instó a abandonar España dejando inconclusa la tarea.
Valia murió en 419, y bajo su sucesor, Teodorico I, el ejército visigodo salió de España y retornó a la Galia.
Aun así, los resultados de la aventura de lanzar a germanos contra germanos salió mal para los romanos. Los visigodos, bajo Teodorico, ahora se establecieron en el sudoeste de la Galia. En 418 (1171 A. U. C.), crearon un reino que fue llamado Reino de Tolosa, por el nombre de la capital que convirtieron en sede de su poder. Tolosa, situada a unos cien kilómetros al norte de los Pirineos, fue la sede de los reinos visigodos durante un siglo.
El Reino de Tolosa fue el primero de los reinos sucesores germánicos. A diferencia de anteriores asentamientos de bandas guerreras germánicas dentro de los límites del Imperio, este reino no reconocía la soberanía romana. Era una potencia independiente. Y fue permanente, pues de una u otra forma, el Reino Visigodo iba a subsistir por más de tres siglos.
Sin duda, permaneció en alianza con Roma y, por lo general, estuvo en buenos términos con Roma. Pero los visigodos se convirtieron en los terratenientes de la Galia del sudoeste. Se creó la norma que iba a regir el oeste de Europa cada vez más, a medida que transcurrió el siglo. Una aristocracia terrateniente de germanos y sus descendientes iban a dominar a un campesinado formado por los descendientes de nativos romanizados.
El ascenso de los visigodos fue notable. En 376 habían entrado en el Imperio Romano como suplicantes y atravesando el Danubio inferior huyendo de los hunos, que de lo contrario los hubiesen esclavizado. Ahora, sólo cuarenta años después, habían atravesado miles de kilómetros de tierras romanas y se habían convertido en los amos, bajo un rey, Teodorico I, a quien el Emperador de Occidente se veía obligado a tratar como un igual.
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