jueves, octubre 13

parte 10. Claudio

Claudio
En cierto modo, este primer asesinato de un emperador (no el último, ni mucho menos) fue una oportunidad excepcional para el Senado. Ahora que un emperador loco había mostrado lo que podía hacer, la eliminación del principado se presentaba como una conclusión natural. La «imagen» de éste se había elevado después de setenta años de gobierno firme y razonable, pero ahora se había manchado en forma permanente, pues evidentemente daba a jóvenes locos el poder de vida o muerte sobre todos los dominios romanos. Esta, pues, era una buena oportunidad para restaurar la república.
Desgraciadamente para el Senado, la decisión no la tomarían los senadores. Los soldados habían dado muerte al Emperador y fueron ellos quienes eligieron uno nuevo.
Ocurrió que el tío de Calígula estaba con éste en el momento de su asesinato. Este tío, Claudio (Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico), era el hermano menor de Germánico e hijo de Druso el Viejo, los dos héroes militares de los primeros días del Imperio.
Claudio, a diferencia de su hermano y de su padre, era enfermizo y de apariencia poco atractiva, por lo que se lo dejó de lado y fue postergado. Juzgó más seguro cultivar la oscuridad y estaba difundida la creencia de que era un deficiente mental, lo cual probablemente contribuyó a protegerlo contra las intrigas, pues no parecía ser una amenaza para nadie.
En realidad, Claudio no era en absoluto un débil mental, sino un sabio que realizó investigaciones históricas y escribió valiosas obras sobre los etruscos y los cartagineses. Pero esto probablemente convenció aún más a los miembros más alegres de la aristocracia romana de que era un excéntrico.
Calígula tal vez sintió cierto afecto por su inocuo tío o quizá lo consideró como un divertido bufón para la corte. A comienzos del reinado de Calígula, fue cónsul junto con el Emperador, y, como ya dijimos, se hallaba con Calígula cuando irrumpieron los asesinos.
Claudio, lleno de pánico, se ocultó detrás de un mueble, mientras los soldados hacían estragos, matando ciegamente al principio, en el temor de ser a su vez atacados. Cuando su furia se aplacó, descubrieron a Claudio en su escondite y lo sacaron de él. Temblando, pidió por su vida, pero nadie tenía intención de matarlo. Los soldados comprendían la necesidad de un emperador, y Claudio era un miembro de la familia imperial. Entonces fueron ellos quienes le pidieron que fuese su emperador.
Probablemente a Claudio no le gustó la idea, pero no podía discutir con soldados armados. No sólo aceptó, sino que prometió recompensar a los soldados con una gratificación general cuando asumiera el poder. Esto sentó un mal precedente, pues los soldados aprendieron que podían cobrar por el trono, y gradualmente cobraron un precio cada vez mayor.
El Senado, defraudadas sus esperanzas de restablecer la república, tuvo que asentir a todo lo que los soldados quisieran, y Claudio fue hecho emperador.
Claudio tenía cincuenta años por entonces. Había pasado su vida en búsquedas eruditas y no era un hombre de acción o decidido. En verdad, era más bien tímido y débil de carácter. Sin embargo, hizo todo lo que pudo por ser un buen emperador. Llevó a cabo programas de construcción en Roma, extendió la red de caminos imperial y drenó lagos para obtener tierras de labranza. Respetó al Senado y, con él, la corte se vio libre del peligro de reyes divinos, pues Claudio sólo fue el Primer Ciudadano, siguiendo la tradición de Augusto.
Bajo Claudio, tímido como era, el Imperio Romano comenzó nuevamente a expandirse un poco. Entre otras cosas, Claudio siguió la política de Tiberio de absorber los reinos satélites cuando las condiciones eran adecuadas. Mauritania estaba sin rey desde que Calígula había hecho ejecutar a Tolomeo, y los mauritanos se rebelaron contra el torpe intento de Calígula de convertir el país en una provincia. Claudio hizo aplastar la rebelión y Mauritania se convirtió en provincia en 42.
Licia, en el sudoeste de Asia Menor, fue convertida en provincia en 43, al igual que Tracia, situada al norte del mar Egeo, en 46. Sólo uno o dos rincones extraños del Imperio conservaron su autonomía. Uno de ellos era Comagene, pequeña región del este de Asia Menor que Calígula, por puro capricho, convirtió nuevamente en monarquía después de haber formado parte ya de una provincia romana. Conservó sus reyes durante una generación.
Más importante fue que el Imperio Romano saltase sobre el mar, de Galia a Britania.
La isla de Britania (ahora llamada Gran Bretaña y que incluye Inglaterra, Gales y Escocia), situada al norte de la Galia, al otro lado del estrecho brazo de mar hoy llamado el Canal de La Mancha, sólo era vagamente conocida por el mundo antiguo antes de la época de Julio César. Se supone que los fenicios y los cartagineses enviaron barcos a Britania en busca de estaño, metal necesario para la manufactura del bronce, y guardaron cuidadosamente el secreto comercial de sus fuentes de estaño.
Cuando César conquistó la Galia, tuvo noticia de Britania porque los habitantes celtas de la isla estaban emparentados, en lenguaje y cultura con los galos. Más aún, sintiéndose seguros en su isla, no vacilaron en enviar ayuda a los galos en su lucha contra los romanos.
Para poner fin a eso, César organizó dos incursiones en Britania, en 55 y 54 a. C. En la segunda, obtuvo considerable éxito, pues avanzó más allá del río Támesis. Pero no tenía intención por entonces de enredarse en esa isla distante y, cumplido su propósito de atemorizar a los britanos, se marchó para proseguir sus tareas de mayor importancia.
Los britanos tuvieron un respiro de casi un siglo. Pero, al observar que el poder romano se afirmaba cada vez más en la Galia y al ver a los mismos galos cada vez más romanizados, aumentó su inquietud. Juzgaron que era beneficioso para su propia defensa seguir estimulando la agitación en la Galia.
Bajo Claudio, la situación en la Galia se había vuelto más favorable a los romanos y menos favorable para los britanos. La estrecha política de Augusto y Tiberio con respecto a la ciudadanía fue modificada, y se concedió ésta a los galos distinguidos. Esta visionaria acción contribuyó a hacer de esa tierra una base segura para una mayor expansión del poder romano. (En 48, una generación después de la muerte de Augusto, el número de ciudadanos romanos se elevaba a unos seis millones.)
La política interna de Britania hizo también parecer aconsejable una invasión. Un gobernante pro romano de Britania, Cunobelino (el «Cymbeline» de la obra de Shakespeare), había muerto y sido sucedido por un par de hijos antirromanos. Un líder britano pro romano pidió ayuda a Roma contra los nuevos gobernantes, y Roma respondió al llamado. Un ejército romano desembarcó en el sudeste de Inglaterra (la moderna Kent) en 43 (796 A. U. C.). La Inglaterra meridional, ya pacíficamente invadida por el comercio y, por consiguiente, semirromanizada, fue conquistada y convertida en una provincia del Imperio. El mismo Claudio se unió al ejército, y su joven hijo, nacido el año anterior, recibió el apodo de Británico.
Los britanos resistieron con bravura, particularmente en las salvajes regiones montañosas del norte y el oeste. El líder britano Caractaco sólo fue capturado en el 51. Luego, en 61, una feroz revuelta por parte de Boudica (a menudo incorrectamente llamada Boadicea), reina de una región de Inglaterra oriental, al norte del Támesis, casi deshizo toda la labor romana al exterminar prácticamente a una legión romana. Pasaron unos treinta años antes de que lo que es ahora Inglaterra y Gales quedase razonablemente pacificado.
En el interior, Claudio tuvo problemas porque fue gobernado y dominado por sus mujeres. Su tercera mujer, con quien se casó por la época en que se convirtió en emperador, era Valeria Mesalina, madre de Británico. Los posteriores historiadores senatoriales le atribuyeron una cantidad tan sorprendente de vicios que la palabra «Mesalina» ha llegado a ser usada para designar a cualquier mujer inmoral y depravada. Al parecer, el mismo Claudio se convenció finalmente de que quizá Mesalina planeaba matarlo y reemplazarlo por uno de sus amantes, pues ordenó que la ejecutaran en 48.
Luego se casó con Agripina, hermana de Calígula y sobrina suya. Ella había estado casada antes y tenía un hijo, Domicio, quien adoptó los nombres imperiales de Nerón Claudio César Druso Germánico, cuando su madre fue emperatriz. Es conocido en la historia como Nerón. Era nieto de Germánico y tataranieto de Augusto.
La máxima aspiración de Agripina era hacer emperador a su hijo Nerón. Persuadió a Claudio de que adoptase a Nerón como hijo y lo hiciese su heredero con preferencia a su propio hijo Británico, quien era más joven que Nerón. En 53, Nerón reforzó su posición mediante su casamiento con Octavia, hija de Claudio. En ese momento, Nerón tenía quince años y Octavia once.
Logrado todo esto, Agripina no necesitaba más a Claudio. Según posteriores historiadores senatoriales, hizo envenenar a Claudio en 54 (807 A. U. C.) e hizo que la Guardia Pretoriana reconociese a Nerón como su sucesor mediante la promesa de una generosa gratificación. Si los soldados decían que sí, el Senado no estaba en condiciones de decir que no. Nerón fue el quinto emperador de Roma.

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